Para cumplir con los estándares adquisitivos y con la ambición por poder de los imperios, la ciencia siempre fue fundamental. En mayor o menos medida, la enorme mayoría de los imperios centraron parte importante de sus esfuerzos en desarrollos científicos; por ejemplo, para la creación de armas o el tratamiento médico de quienes luchaban por ampliar sus territorios.
Gracias a la extensa documentación de los imperios europeos, es un hecho que consideraron a la ciencia parte fundamental de sus esquemas operativos. Sin embargo, no existe tanta certeza sobre cómo implementaron las labores científicas otros poderes orientales en sus estrategias imperialistas.
En el caso específico de la ciencia en el Imperio otomano, no abundan los registros históricos. A pesar de ello, un grupo de especialistas del Centro de Investigación para la Historia, el Arte y la Cultura Islámica y la Sociedad Turca para la Historia de la Ciencia y la Universidad de Estambul siguen reuniendo información para determinar qué aportó la ciencia otomana al mundo.
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De acuerdo con la revista Nature hasta ahora, existen 18 volúmenes de los estudios realizados por dichos especialistas que revisaron a 4,897 eruditos y un total de 20,154 manuscritos. La investigación demostró que efectivamente, la ciencia otomana fue importante para el devenir histórico del imperio.
El Estado tenía 350 instituciones de educación superior, conocidas como madrasas. A pesar de las objeciones de algunos teólogos, muchas madrasas ofrecían cursos de ciencias. Una de estas madrasas estuvo dedicada exclusivamente a la educación médica durante el reinado del sultán Solimán, de 1520 a 1566″, menciona Nature.
Es importante aclarar que aunque el Imperio otomano tuvo una extensión temporal larga (aproximadamente del 1300 al 1922), gran parte de las recientes investigaciones se centraron en siglo XVIII. Esta fue una época en la que el imperio adopto un rumbo más bien moderno y secular.
Uno de los principales méritos de la ciencia otomana radica en las tecnologías militares. Además de desarrollar mejores armas de fuego, alcanzaron una buena utilidad cartográfica y perfeccionaron brújulas y relojes. Por otro lado, el Imperio otomano reformó las instituciones educativas con la inauguración de nuevas academias especializadas.
«La Escuela Imperial de Ingeniería Naval se estableció en 1793, al igual que la Academia Militar en 1834, la Escuela Imperial de Medicina en 1827 y una escuela de aviación en 1912. Estas instituciones claramente tenían la intención de servir al imperio…», menciona Nature.
Finalmente, aunque los estudios sugieren que la formación científica llegó algo tarde al Imperio otomano, el hecho de que haya existido es muestra de lo relevante que resulta la ciencia para el desarrollo de la historia. Asimismo, hitos como la construcción del ferrocarril de Hiyaz, que conectaba Damasco con Medina, evidencian los valores tecnológicos de la ciencia otomana.
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