Era 13 de agosto de 1790, las madrugadoras palas de los trabajadores de la Plaza Mayor excavaban cuidadosamente el sitio hasta que algo las detuvo; se habían topado con piedra. La diosa Coatlicue emergió de la tierra, casi tres siglos después de la caída de México-Tenochtitlan.
Para el mundo nahua, la dualidad tenía gran importancia. Por ello, muchas deidades representan los dos extremos de una misma idea. Coatlicue no es la expeción. Es la diosa madre que por un lado es la fértil tierra y por otro también es la muerte que consume a todo ser vivo.
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Coatlicue es la deidad mexica de la tierra y la fertilidad. Ella es la diosa madre de Huitzilopochtli, dios que representa al sol, y Coyolxauhqui, diosa que representa a la luna. Tallada siempre con una falda hecha de serpientes y manos en forma de garras, Coatlicue es la deidad que da origen a la vida y consume lo muerto.
Según el mito prehispánico, Coatlicue es madre de 400 hijos que posteriormente serían las estrellas y también dio a luz a Coyolxauhqui. Un día, la diosa estaba limpiando el Coatepec (o cerro de la serpiente) cuando una pluma la fecundó milagrosamente y el dios Huitzilopochtli comenzó a crecer en su vientre. En el momento en que Coyolxauhqui y sus hermanos se enteraron que su madre estaba de nueva cuenta embarazada, se organizaron con el objetivo de asesinarla. Lo que no se esperaban, es que el hijo menor fuese un guerrero. En cuanto salió del vientre de Coatlicue, Huitzilopochtli la defendió, asesinando a sus hermanos y descuartizando a su hermana, quienes terminaron convirtiéndose en los astros nocturnos: la luna y las estrellas.
La más importante de las representaciones de Coatlicue es un gran monolito. La pieza constituye una de las obras maestras del arte mundial. Fue encontrada accidentalmente en 1790 mientras se hacían trabajos de remodelación en la Plaza Mayor de la Ciudad de México. Probablemente, la piedra fue enterrada por sacerdotes mexicas poco después de la conquista para evitar su destrucción.
Las autoridades virreinales decidieron trasladar la pieza a la Real y Pontificia Universidad de México. Para entonces, muchas cosas habían cambiado; el pensamiento científico llegó hasta América y permeó en su intelectualidad. Manifestaciones culturales como el monolito de Coatlicue dejaron de ser vistas como representaciones demoniacas y se empezó a extraer de ellas información arqueológica. Visitantes distinguidos, como el célebre explorador Alexander von Humboldt, se detenían para estudiar esta enigmática escultura.
Casi un siglo después de su descubrimiento, la Coatlicue de piedra fue trasladada al entonces Museo Nacional para ser exhibida. Posteriormente, en 1964 los curadores del nuevo Museo Nacional de Antropología decidieron darle un lugar de honor en la sala mexica, donde actualmente recibe miles de visitas.
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