Su origen es incierto, al igual que su historia. ¿Quién lo hizo? ¿Cuándo? ¿Cómo llegó a Europa? Alexander von Humboldt afirmó que, estando en un palacio italiano, este misterioso objeto cayó en manos de los hijos de la servidumbre, quienes intentaron quemarlo. Otra versión apunta a que fue salvado de la hoguera por un estudiante revolucionario. Lo que sabemos es que perteneció al cardenal Stefano Borgia en el siglo XVIII, y de ahí que el libro reciba el nombre de Códice Borgia. Actualmente se encuentra en en Vaticano y es accesible sólo para un puñado de afortunados investigadores.
El Códice Borgia es un tonalámatl, un ‘libro de los días’ o ‘libro de los destinos’. En la antigüedad, este tipo de documentos se empleaban en Mesoamérica para adivinar el futuro con base en el calendario sagrado. Éste se compone de 13 signos numéricos y 20 signos figurativos que, al unirse en todas sus combinaciones posibles, dan un total de 260 días. Así pues, cada día o tonalli se nombra según una combinación única de un número y una figura. No sólo eso: las características del mundo y de las cosas que ocurren en él dependen de las cualidades que tenga cada día.
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El Códice Borgia se compone de capítulos que señalan las fechas propicias y las fechas funestas para llevar a cabo actividades cotidianas, como el trabajo agrícola, la tala de árboles, los viajes, las curaciones medicinales, los matrimonios y las expediciones de cacería. El códice también indica cómo será la personalidad de la gente según la fecha de su nacimiento. Otros capítulos, de difícil interpretación, parecen ser una guía para realizar rituales y ceremonias religiosas.
Por su estilo artístico, se ha propuesto que el Códice Borgia fue pintado en algún sitio de los actuales estados mexicanos de Tlaxcala, Puebla o Oaxaca. La fecha de su fabricación se ha estimado entre los años 1000 y 1500 de nuestra era.
El Códice Borgia fue pintado sobre piel de venado, material que se relaciona con el Sol y el paso del tiempo en el pensamiento mesoamericano. Se trata de una larga tira de piel curtida, de aproximadamente 10 metros de largo por 27 centímetros de alto, a la que se le aplicó una capa de estuco, sobre la que se pintó empleando pigmentos minerales y vegetales. Esta tira fue doblada a manera de biombo, quedando dividida en 38 secciones cuadradas que fueron pintadas por ambos lados, resultando en 76 “páginas”.
Aunque existen distintas versiones sobre el arribo del códice a Europa, la presencia de escritura en algunas de sus páginas apunta a que éste arribó durante el siglo XVI, pocos años después de la conquista de Tenochtitlan, la capital de la cultura mexica, que gobernó gran parte de Mesoamérica hasta 1521. Las quemaduras en sus extremos sugieren que fue arrojado al fuego durante alguna de las hogueras públicas de códices, considerados por los religiosos europeos como satánicos. Hasta la fecha, sin embargo, no se cuenta con información fidedigna sobre las vicisitudes del documento hasta su llegada a manos del cardenal Borgia.
En años recientes, estudiosos del pasado mesoamericano han propuesto rebautizar el códice como Yohualli Ehécatl, ‘Oscuridad y Viento’, utilizando una fórmula literaria del náhuatl que alude a la noche y sus misterios. Esta idea se sustenta en que el manuscrito parece estar dedicado a las deidades de la creación, que de acuerdo con la mitología sucedió antes de que el Sol saliera por primera vez.
El invaluable libro se resguarda lejos de la vista del público, en las bóvedas de la Biblioteca Apostólica Vaticana. Constantemente es objeto de nuevos estudios e interpretaciones que poco a poco nos ayudan a descifrar las sociedades antiguas y actuales de América.
Este artículo es de la autoría de Rodrigo Ortega Acoltzi, quien investiga y escribe sobre arte e historia. Puedes leer más de su trabajo aquí.
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