Con franqueza y apertura: así vivieron los mayas su sexualidad durante milenios. Eso revelan, al menos, los códices que se han encontrado y vuelto a revisar recientemente. Uno de los ejemplos más claros está en el Códice de Dresde, documento maya del Posclásico. En éste, se aprecia cómo la diosa Ixik es consorte de una deidad más añosa que ella.
En la escena, se representó a los amantes acariciándose de una manera muy discreta, en lo que podría parecer un cortejo previo a un acto sexual. Escenas similares se aprecian repetidamente en El ritual de los bacabes, una de las compilaciones más extensas de la medicina maya que se conservan hasta la actualidad.
Sin embargo, tras el encuentro de los colonizadores europeos, mucho de este desarrollo cultural y erótico se reprimió por completo. Ésta es la razón.
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«Los mayas tenían prácticas que recuerdan mucho al mundo moderno en lo que se refiere a la variedad de modalidades de vida amorosa,» escriben los historiadores Stephen Houston y Karl Taube en Arqueología mexicana. Tan es así, que parte de sus ritos medicinales estaban íntimamente relacionados con el acto sexual, como se muestra en el El ritual de los bacabes:
«Me estoy sumergiendo, penetrándote con los genitales de tu madre y los genitales de tu padre. Eres el deseo de los hijos de las mujeres, el deseo de los hijos de los hombres. Amén.”
Este tipo de fragmentos arrojan luz sobre cómo la sexualidad no se reducía a una necesidad biológica. Por el contrario, según se ven en los textos glíficos de la cultura, se entretejía con el desarrollo medicinal. Aún a pesar de ser un sustento para la salud, no se tiene registro de escenas de coito o masturbación explícitas —sino que son más bien sutiles.
De hecho, existen glifos específicos que hacen referencia a diferentes momentos del encuentro sexual:
Así también, se tiene registro de escenas de presos de guerra con «penes de dimensiones exageradas«, según información del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de México. Este tipo de representaciones, encontradas en pinturas sobre cuevas y esculturas, se han interpretado como que la masturbación tenía una función ritual en la antigüedad maya.
De la misma manera, la vulva se entendía como «una fuerza oscilante entre la vida y la muerte, a la vez que un depósito de energía», según explica la Jornada Maya.
Con la llegada de los invasores de Europa, muchas de estas tradiciones sagradas y medicinales fueron completamente reprimidas. La moral judeocristiana no sólo las consideraba impúdicas, sino que desconoció sus funciones rituales. Principalmente, «las que mezclaban el sexo con la cosmogonía«, distingue el INAH.
Aunque los mayas encontraban en la sexualidad y el placer un don divino, los españoles lo reprimieron por completo. Esa herencia de represión acompañó al estudio de estas culturas antiguas.
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