Todo empezó a finales de la década los 80. Un equipo de genetistas se preguntó, a partir de 147 genomas antiguos, quién habría sido la primera mujer. Aquella que, homologando al Adán histórico, pudiera ser el origen de las hembras de Homo sapiens. Es decir: la Eva histórica. A partir de 145 pedazos de material genético de placenta, y 2 líneas celulares de mujeres, se dieron cuenta de que no fue una: fueron varias.
Los investigadores partieron de África, como suelen hacerlo los científicos que se dedican a la evolución. Como la supuesta ‘Cuna de la Humanidad‘, dice la teoría de la repoblación del planeta, desperdigó ejemplares de humanos antiguos a diversas partes del mundo. Por ello, todas las ‘Evas históricas’ tenían orígenes diferentes. Ésta es su historia.
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Pensar que hubo una sola ‘Eva histórica’ es rayar en un pensamiento creacionista, que colinda con el Génesis bíblico. Recordemos que, aunque válido para el entramado cultural y mitológico de aquellos adeptos a las tradiciones judeocristianas, en realidad no tienen validez científica actualmente.
Para evitar caer en ello, los investigadores partieron de un principio genético elemental. El material genético de la mitocondria se hereda exclusivamente de las madres. Por ello, este ADN les ayudó a trazar la ruta a través de la cual las mujeres antiguas se extendieron en el planeta:
A partir de esta información, los investigadores diseñaron un árbol filogenético. Es decir: un diagrama que les permitió rastrear a las ancestras más viejas de la humanidad, con hasta 200,000 años de antigüedad. La ‘Eva negra’ o ‘Eva original’ —como la nombraron los genetistas Rebecca Cann y Mark Stoneking— pertenece al halogripo L0, el más remoto de todos.
«Contestando a la pregunta», explica la investigadora del CiMUS Aurora Gómez-Durán para El País, «podemos concluir que sabemos que hay una Eva negra que generó la secuencia principal«. Sin embargo, cada grupo tiene subgrupos. Conforme avanza el tiempo, las mutaciones genéticas en cada continente generan más y más subrayas que, a su vez, producen propias evas mitocondriales. «Así», concluye la científica, «se podría decir que hay una o varias evas negras.«
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