Particularmente cuando se acerca la Navidad, la fiesta cristiana que honra el nacimiento de Jesucristo, afloran imágenes de la Sagrada Familia: Jesús, María y José quienes, en ese orden, instituyeron el modelo ideal de las familias humanas. El nacimiento del mesías cristiano está datado de hace poco más de 2 mil años. Sin embargo, la idea de una familia sacra data de milenios antes de su concepción.
Mucho antes de que María partiera a Belén para cumplir un censo poblacional, un faraón en Egipto pensó en reformar las formas religiosas, políticas y artísticas que habían regido al Imperio durante miles de años. Junto con su esposa, Nefertiti, Amenhotep IV fundó la primera familia sagrada de la historia. Esto es lo que sabemos.
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Amenhotep IV quiso reformar las formas políticas y religiosas que habían llevado a Egipto a la estabilidad durante milenios. Con una nueva generación de sacerdotes respaldándolo, decidió derrocar a todo el panteón sagrado de la Antigüedad. Su dinastía estaría regida por un dios único: él mismo, el representante de la deidad solar en la Tierra.
Por ello, incluso, renunció a su nombre de nacimiento. Quería instaurarse como el primero de todos: Akhenaton, aquel que cambiaría para siempre las artes, la fe y las estructuras sociales en Egipto:
«El reinado del rey Akhenaton se destaca en la historia del antiguo Egipto por la innovación artística, la creación de una nueva capital religiosa y la intriga en torno a la sucesión real», documenta American Research Center en Egipto.
Junto a su esposa, Nefertiti —una de las más faraonas más poderosas de las que se tiene registro—, el nuevo faraón tenía la encomienda de arrasar con todas las figuras sacras que existían hasta ese momento. En su misión se ganó la enemistad de varios adversarios políticos —y de paso, de gran parte del Imperio: les parecía un sacrilegio que su nuevo dirigente deshonrara a los dioses que habían gobernado las alturas desde la eternidad.
A Akhenaton le importó muy poco —en un inicio, al menos.
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Los regentes del Nuevo Reino —como se conoce al periodo en el que reinó la Dinastía XVIII— debían de representarse con una estética completamente diferente a como se había esculpido y grabado a los gobernantes pasados. Muchas de las facciones alargadas que se aprecian en los altares a Akhenaton son alargadas, con cuerpos anatómicamente poco precisos.
No sólo eso: se les puede identificar bajo la influencia del dios Atón (o Aten), la deidad del disco solar. La luz del astro les acaricia el rostro. A veces, incluso, con pequeñas manos al final de cada uno de los rayos. El faraón quiso que toda su familia compartiera esa visión sobre la nueva manera de dirigir el imperio, por lo que se les representó juntos: ya fueran Nefertiti y él, o ambos con sus hijas entre manos.
Prueba de ello está en el altar que el faraón mandó diseñar para enaltecer el carácter sagrado de su propia familia. Una versión de éste forma parte del acervo egipcio del Ägyptisches Museum, en Alemania:
«El famoso altar familiar de la colección representa a la pareja real con sus tres hijas mayores», detalla la institución. «Ilustra vívidamente la vida armoniosa de la familia real, protegida por los rayos de Aten.»
A diferencia de otras gobernantes egipcias, Nefertiti se muestra al mismo nivel que su esposo. Elocuente, poderosa: a cargo del reino. Se les representó más grandes que a otras figuras humanas de una manera bastante literal. Al dirigir el Imperio, le envolvía un halo de grandeza incomparable, que les situaba por encima de todo lo demás.
Fue así como Akhenaton fundó la primera familia sagrada de Egipto. Si bien es cierto que los faraones sí se consideraban como embajadores de los dioses en la tierra antes, nunca antes habían sido ellos mismos los dioses.
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La Sagrada Familia de Egipto se constituyó por Akhenaton, Nefertiti y sus seis hijas. La imagen se volvió tan famosa —incluso milenios después de la muerte de Amenhotep IV—, que afloraron teorías de la conspiración sobre cómo ésa era evidencia de la presencia de alienígenas ancestrales en el Nilo.
Ningún medio de divulgación sería apoya este tipo de hipótesis. Por el contrario, existe evidencia concluyente de que las personas representadas existieron, y fueron figuras icónicas en la historia del Imperio.
No sólo eso. Algunos historiadores piensan que ésta fue la inspiración que formó la idea de la Sagrada Familia cristiana. Y tiene sentido: esta figura sacra de los mandatarios egipcios es al menos 1,300 años anterior al nacimiento de Jesús, en quien se fundamenta el mito de la tradición cristiana. Por lo cual, podría ser que la figura de Jesucristo, María y José juntos pudiera tener sus orígenes en Egipto, miles de años antes de que naciera el mesías cristiano.
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