Las leyendas nos alcanzan hasta nuestros días: cientos de historias sobre navegantes que, en la Edad Media, combatían energúmenos submarinos, que atacaban sus embarcaciones con una furia sobrenatural. En algunos casos, como se registró en los relatos nórdicos, las bestias medievales permanecían con las fauces abiertas, aparentemente esperando a que los navíos cayeran por accidente al interior.
Investigadores de la Universidad de Flinders (Australia) analizaron textos nórdicos de hace 2,000 años, y encontraron que las bestias medievales descritas en ellos tenían un comportamiento muy parecido a mamíferos marinos. Lamentablemente para los teóricos de la conspiración, parece ser que estas bestias submarinas no eran más que ballenas jorobadas alimentándose de peces. Esto es lo que sabemos.
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Los investigadores en Australia se basaron en un estudio publicado en 2011, que describe cómo es que las ballenas jorobadas efectivamente tienden trampas para alimentarse. Con cuerpos de hasta 16 metros de largo, estos mamíferos marinos sin duda necesitan una gran cantidad de peces para subsistir todos los días.
Para ello, las ballenas abren la boca a 90º y esperan pacientemente a que los peces naden hasta este ‘pozo’. Una vez que tienen las fauces colmadas de comida, las cierran con un movimiento rápido y pesado, para asegurar que el desayuno no se escape. Así lo explica Bertie Gregory, un artista gráfico que participó en el estudio para ilustrar el comportamiento:
«Al mantenerse a flote y mantener las comisuras de la boca debajo de la superficie, se crea un flujo que atrae al pez hacia la boca de la ballena», explica el especialista desde sus redes sociales, donde publicó una animación en donde se muestra el comportamiento.
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En su dieta cotidiana, la especie considera plancton y peces pequeños, como lo han hecho durante miles de años. La trampa es extraordinariamente efectiva, y permite que diversas especies de ballenas se alimenten todos los días. A diferencia de lo que pensaban los navegantes nórdicos, en el menú no figuran seres humanos.
Los mitos nórdicos también describen este comportamiento. Se lo atribuyen al hafgufa y el aspidochelone: un par de criaturas mitológicas gigantes, del tamaño de islotes, que emitían un perfume hipnotizante para atraer a sus presas hacia sus fauces.
Los resultados se publicaron recientemente en Marine Mammal Science, en donde los investigadores discuten los paralelismos entre las bestias medievales nórdicas y las ballenas jorobadas. Sorprendentemente, la especie se documentó en la Edad Media como parte de los bestiarios, como es el caso del Physiologus, un manuscrito alejandrino del siglo II d.C.
Al respecto, el arqueólogo marino de Flinders, John McCarthy, explica que le pareció ‘muy interesante’ que este mismo comportamiento mitológico se observa en las ballenas contemporáneas. En un inicio, reconoce el investigador, pensó «que era solo una coincidencia interesante«. Parece ser que más que una coincidencia, es un registro histórico de la relación que los seres humanos hemos guardado con la especie por más de 2,000 años.
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