Los cuadernos de Leonardo da Vinci recopilan el grueso de su trabajo científico y artístico. También, dan pistas sobre sus enigmáticas obras inconclusas.
Leonardo da Vinci cargaba consigo siempre un cuaderno con hojas blancas, con texturas y acabados diferentes. En sus caminatas diarias o desde su estudio, dedicaba largas horas a hacer apuntes sobre el asunto que le interesara ese día. Ya fuera en materia de mecánica, anatomía o sencillamente para ver a los pájaros volar, el maestro renacentista dejó múltiples bocetos en sus libretas de trabajo.
Algunos de ellos estaban destinados, en principio, para ser proyectos más grandes. Muchas veces, a manera de encomiendas de la familia Sforza: «para la que trabajó como pintor, organizador de fiestas e ingeniero», documenta National Geographic Historia. Sin embargo, la mente de Leonardo da Vinci era un espacio tumultuoso.
Con el tiempo, se ganó la fama de que le era prácticamente imposible terminar los trabajos que empezaba. Entre dibujos, diseños mecánicos y estudios del cuerpo humano, gran parte de las obras de Leonardo da Vinci quedaron inconclusas. La mayoría de ellas, según escribe la historiadora del harte Maya M. Tola para Daily Art Magazine, son «desconocidas, imposibles de rastrear y olvidadas«.
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¿Cuáles son las obras inconclusas de Leonardo da Vinci?
Oficialmente, sólo existen (ca. 1500), que la casa de subastas Christie’s vendió en 450 millones de euros a un príncipe árabe.
Más allá de este par de decenas de pinturas terminadas, Leonardo da Vinci dejó un sinnúmero de obras inconclusas. Dibujos, bocetos, apuntes escritos en técnica de espejo protagonizan la amplia mayoría de trabajos que el maestro renacentista produjo durante décadas, antes de abandonar para siempre el oficio artístico en 1516.
Como historiadores, Bulent Atalay y Andkieth Wamsley saben que muchos de estos trabajos sin terminar representan el grueso de la producción artística y científica de Leonardo:
«Sus cuadernos están llenos de observaciones científicas originales, especulaciones e hipótesis, la mayoría de las cuales nacerían y serían respaldadas por investigadores independientes en los siglos venideros», escriben los autores.
Con respecto a los proyectos que el maestro italiano empezó, pero dejó a medias, destacan tres pinturas. Las explicamos una por una, y la posible razón de que Leonardo da Vinci haya dejado estas obras inconclusas:
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San Jerónimo (ca. 1480)
En la iconografía católica, San Jerónimo se muestra usualmente como un erudito. Tras dedicar su vida al estudio de la liturgia, pasó a los anales del cristianismo como uno de los traductores más importantes de la Biblia. Sin embargo, también se le recuerda como un ermitaño, por los años que pasó dedicado exclusivamente a traducir el Evangelio.
San Jerónimo (ca. 1480) es una de las pocas pinturas que lo representan en este estado. Avejentado, y con la mirada en las alturas, lo único que Da Vinci logró concretar del santo fue el rostro y parte de las clavículas, como se muestra en el detalle anterior. El resto del cuadro permanece sin terminar.
Adoración de los Magos (ca. 1482)
La adoración de los Reyes Magos es uno de los pasajes bíblicos más citados en la Historia. Representa el momento en el que 3 eruditos de Oriente visitaron a Jesús en Belén, pocos días después de su nacimiento.
Mientras Leonardo vivió en Florencia, al norte de Italia, los monjes agustinos le encomendaron esta escena. La idea era que fuera la pieza central en el altar de la iglesia de San Donato in Scopeto, a las afueras de la ciudad. La obra obedece un arreglo piramidal, como se ve en otras comisiones que el artista llevó a cabo.
Originalmente, la idea era que el cuadro se terminara en 30 meses. Sin embargo, Leonardo se mudó a Milán en medio de su ejecución y, así como en otras ocasiones, dejó el cuadro sin terminar. Hoy, el cuadro forma parte de la colección permanente de la Galería Uffizi.
La Virgen y el Niño con Santa Ana (ca. 1503)
En sus años de producción artística más madura, Leonardo da Vinci siguió su vieja costumbre de dejar obras inconclusas. Una de ellas corresponde a una escena alegre, en la que Jesús juega con su madre y con su abuela. Se piensa que fue un encargo del rey francés Luis XII, alrededor de 1499, tras el nacimiento de alguna de sus hijas.
Esto coincide con el hecho de que la reina se llamaba ‘Ana’, nombre de la madre de María. Aunque el encargo venía de una corte extranjera, se quedó por años sin terminar en el taller del maestro italiano. Hoy, forma parte de la colección del Museo del Louvre, en París.
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