Hablar de la extinción de la humanidad ya dejó de ser una cuestión a futuro. Pero, ¿de dónde viene realmente esta idea? Aquí te lo explicamos.
A los seres humanos no nos gusta pensarnos como una especie de animales más que habita en la biosfera. Por el contrario: la cosmovisión judeocristiana nos hizo pensar, particularmente en Occidente, que no somos parte de la naturaleza. Como seres creados a imagen y semejanza de Dios, según quedó registrado en las escrituras sagradas de estas tradiciones, lo que existe en el planeta está a nuestra disposición.
Estos textos tienen, al menos, 2 mil 500 años de antigüedad. A pesar de ello, siguen rigiendo los modos de producción contemporáneos, sin considerar que la extinción de la humanidad es una posibilidad tangible y real. Más aún con la crisis climática a cuestas. Entonces, ¿qué pasaría si los humanos fuéramos erradicados de la faz de la Tierra?
Tal vez no sería una catástrofe.
También lee: ¿Es posible que otras especies de humanos cohabiten el planeta con nosotros?
Los Homo sapiens de la era atómica
Todo empezó con estallido de la Era Atómica. De acuerdo con el filósofo Émile P Torres, de la Leibniz Universität Hannover (Alemania), nunca antes nos habíamos cuestionado cómo sería la extinción de la humanidad. Ni qué pasaría después de que nuestra especie dejara de existir sobre el planeta:
«Aquí estamos», se lamenta con desdén el autor para Aeon, «a centímetros del precipicio, tentando el mismo destino que se tragó a los dinosaurios y al dodo, sin que casi nadie piense seriamente en las implicaciones éticas de esta posibilidad.»
Y ciertamente tiene un punto: este año, el Reloj del Apocalipsis avanzó como nunca antes lo había hecho en la historia. La debacle climática y el curso que ha tomado la Guerra contra Ucrania fueron los dos factores que el Boletín de Científicos Atómicos tomó principalmente en consideración para adelantar tanto las manecillas.
Sin embargo, este tipo de decisiones no hubieran sido posibles sin terror existencial que generaron las Guerras Mundiales. Después de destrucción absoluta que vio Europa —a nivel físico, psicológico y moral— parecía que el curso natural de las cosas se había interrumpido. Más aún después Nagasaki: después del segundo estallido atómico, la extinción absoluta y perpetua de la humanidad ya no parecía una locura.
Te sugerimos: La CIA está financiando la ‘resucitación’ de mamuts, tigres de Tasmania y otras especies extintas
La cuestión del ‘maletín de emergencia’
De acuerdo con Torres, el primer registro de un cuestionamiento similar se hizo en la década de 1930. Los filósofos y científicos coincidían que, si el curso de la violencia seguía a ese ritmo, nos quedaría poco tiempo más sobre la faz de la Tierra. Y tenían razón en pensarlo así: las armas de destrucción masiva no estaban reguladas en ese entonces bajo ningún mecanismo.
Cuando empezó la Guerra Fría y el mundo se volvió bipolar, el terror a un estallido apocalíptico no cedió. Incluso se tenía la figura del ‘balón nuclear’: el portafolios de uso exclusivo para el presidente de Estados Unidos que tenía un botón para acabar con el mundo para siempre.
Balón nuclear, pelota atómica, maletín de emergencia, la caja negra, el botón: el portafolios negro de destrucción absoluta recibió múltiples nombres. Y lo mismo con otros mitos apocalípticos que Hollywood no se cansó de alimentar —y le sigue dando motivos para una película más sobre el fin del mundo.
En aquel entonces, la crisis climática ni siquiera figuraba en el diálogo en torno a la extinción de la humanidad.
También lee:
¿Y el cambio climático?
Quizá el registro más antiguo que se tiene sobre un cuestionamiento en torno a la extinción de la humanidad está en el Primer Testamento de la Biblia. En el libro del Génesis, se dedican varios versos a explicar con detalle minucioso cómo se vería el Apocalipsis, o el fin del mundo. Hambre, guerra, peste y muerte serían los 4 jinetes que conducirían a la destrucción absoluta. Y tal vez los escribas no estaban tan alejados de la realidad.
Más de 2 mil años más tarde, hablar de cambio climático se ha transformado en una cuestión política, económica y sanitaria. En el contexto dela pandemia por COVID-19, Jane Goodall, la afamada primatóloga británica, hizo bien en advertir que «Vendrán más pandemias si no respetamos a la naturaleza». Y vaya que la crisis sanitaria por coronavirus cobró facturas altas al planeta.
En la actualidad, los modelos matemáticos relativos al cambio climático consideran cambios en la capa de hielo y nubes, así como la cantidad de calor del Sol absorbidopor los océanos. Vistos en retrospectiva, podrían ser poco exactos en comparación al panorama de evidencias sobre el impacto actual.
A pesar de que éste es un buen acercamiento de análisis, es una realidad que ninguno de los modelos actuales considera los efectos el derretimiento de los polos en el planeta. Por esta razón, existe un consenso entre los expertos en el quevaticinan consecuencias aún más graves de las que habían pronosticado originalmente. En este contexto, hablar de la extinción de la humanidad dejó de ser una cuestión a futuro.
Sigue leyendo:
El sexo entre Denisovanos y humanos dejó rastros en la población de Nueva Guinea
Homo sapiens y neandertales tuvieron más sexo entre ellos de lo que se creía