Los seres humanos primitivos eran ávidos observadores de la bóveda celeste. Así lo demuestra el calendario lunar prehistórico más antiguo del que se tiene registro en Asturias, al norte de la actual España. De acuerdo con los arqueólogos de la Universidad de Durham (Reino Unido), estas marcas en las cuevas fueron hechas por los cazadores-recolectores que habitaron Europa durante la Edad de Piedra.
Lo que llamó la atención de los investigadores fue que estos símbolos quedaron plasmados sobre trazos antiguos de animales. Las pinturas rupestres representaron, generalmente, mamuts y otras especies prehistóricas, que los primeros pobladores depredaban para alimentarse. Por ello, se sospecha que los primeros calendarios lunares prehistóricos estaban relacionados con el comportamiento estacional de sus presas.
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El arte rupestre del periodo Paleolítico es más conocido, según Live Science, «por sus elegantes caballos y huellas de manos fantasmales«. Sin embargo, hace más de 20 mil años, los chamanes y artistas primitivos también realizaban otros trazos más abstractos o no-figurativos.
Ahora, tras el descubrimiento de esta cueva en Asturias, se piensa que estas líneas y puntos eran representaciones del paso del tiempo. El estudio se publicó recientemente en Cambridge Archaeology Journal, donde el equipo de investigación comparó las más de 400 cuevas con inscripciones paleolíticas de las que se tiene registro en Europa.
A partir de estas comparaciones, los investigadores se dieron cuenta de que el lugar donde se colocaron estas marcas no es arbitrario. Por el contrario, parece ser que los artistas paleolíticos los colocaron ahí con fines específicos, como los siguientes:
A partir de la evidencia del calendario lunar prehistórico, los arqueólogos de Durham sugieren que los antiguos pobladores de Asturias podían hacer cuentas. No sólo eso: sabían usar números hasta, aproximadamente, el 377, indican en el estudio. Esta noción ha generado controversia entre otro académicos.
Con todo lo anterior, algunos investigadores no están seguros de que las marcas en este calendario lunar prehistórico sean escritura propiamente. Más bien, explican en un comunicado, podrían tratarse de ejemplos de protoescritura: los intentos más remotos de plasmar una periodicidad en las paredes de las cuevas, para registrar el paso del tiempo.
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