El Día de los Inocentes tiene un oscuro origen, aunque una tradición medieval fue la que dio el toque lúdico y bromista a la fecha.
El principal texto que da fe de cómo surgió el Día de los inocentes conforma parte del Evangelio de Mateo, libro integrante del Nuevo Testamento. Ahí, se cita a Miqueas, profeta que a fínales del siglo VIII a.C. predijo el nacimiento de un hombre, en Belén, que se convertiría en rey de los judíos.
Varios siglos después de la profecía, se escribió otro capítulo que llevaría hasta la celebración que hoy conocemos. Sucedió con la llegada de unos sabios venidos de Oriente que, guiados por una estrella, buscaban el lugar donde sabían que ocurriría el nacimiento del nuevo rey.
Con conocimiento de la profecía y de la llegada de los tres individuos, que más tarde serían recordados como los Reyes Magos, Herodes el Grande, rey de Judea, pidió a los viajeros que le hicieran saber la ubicación exacta en la que el niño nacería, pues él también quería “celebrar” la llegada del ser anunciado.
Las verdaderas intenciones de Herodes eran otras. José, padre del bebé, fue advertido en sueños por un ángel. La indicación del iluminado fue que tenía que ir rumbo a Egipto con el fin de conservar su seguridad y la del recién nacido.
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Una vez que los sabios dieron con la familia, decidieron no informar a Herodes sobre el paradero de esta. Sintiéndose víctima de traición, el rey resolvió que tenía que dar paso a una matanza: la orden fue quitarle la vida a todos los niños de dos años para abajo. Así, se dio lugar a la muerte de los infantes de Belén.
¿Por qué se hacen bromas?
La historia del Día de los Inocentes no está completa sin la “fiesta de los locos”. La fecha fue adhiriendo un sentido más. En la Europa Medieval se celebraba la mencionada festividad. Esta venía impulsada por el invierno boreal, tiempo ubicado entre el último mes de año y el primero del siguiente.
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Durante ese período el trabajo en el campo se suspendía, por lo que el ocio se adueñaba de la vida de muchos. En tales circunstancias, surgió la “fiesta de los locos”, una celebración donde las personas dejaban atrás todo rigor y hacían parodia de las convenciones sociales. De aquí, el Día de los Inocentes se vio envuelto en este marco de bromas que después acompañarían a la ocasión.
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