Ek’ Balam vistió las paredes de sus templos con serpientes y jaguares sagrados. Imitando la traza de las estrellas, los mayas que fundaron la antigua ciudadela en la actual Península de Yucatán tenían en mente un mismo objetivo: consolidar uno los puntos álgidos para el comercio y el desarrollo político de la región entera.
Algunas traducciones contemporáneas aluden a la antigua urbe maya, fundada en el año 300 a.C., como la ciudad del Jaguar Oscuro, o negro. Otros arqueólogos piensan que se trata más bien de la ciudad del Lucero-Jaguar, a partir de los glifos tallados sobre los edificios civiles y religiosos. Ésta es su historia.
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El asentamiento original de Ek’ Balam, según los cálculos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de México, abarcó hasta 12 kilómetros cuadrados de superficie. Por las dimensiones de las construcciones que quedan en el sitio, se sabe que fue una de las ciudades más poderosas de la Península de Yucatán durante el periodo Clásico (200 d.C.—900 d.C).
Algunos arqueólogos coinciden en que el nombre vino del fundador de la ciudad, un noble maya conocido como Ek’ Balam, o Coch Cal Balam. Según los registros que quedaron de los colonizadores europeos, este dirigente gobernó durante 40 años. Sin embargo, no existe todavía evidencia arqueológica de que así haya sido.
“Ek Balam es un nombre en lengua maya yucateca, formado por los vocablos ek’, con el que se denomina al color negro y que también significa lucero o estrella; y balam, que quiere decir jaguar”, explica el INAH en su portal oficial.
La Mediateca de la institución resalta que la ciudad contaba con «elementos de los sitios más sobresalientes«, de los cuales, destaca los siguientes:
Murales, estelas magníficas, palacios imperiales y murallas nutrieron a la antigua ciudadela durante su época de mayor esplendor. En su momento, Ek’ Balam albergó hasta 12 mil habitantes: una cifra sorprendente para el desarrollo urbano que los mayas alcanzaron en medio de la selva en Yucatán.
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Los gobernantes de Ek’ Balam tenían claro que necesitaban una ciudad de talla imperial. Por ello, conjugaron obras arquitectónicas colosales, rebosantes en esculturas, pinturas y objetos de lujo propios de la élite. Evidencia de ello se ha encontrado en el sitio arqueológico que, actualmente, las ruinas de Ek’ Balam están a 30 kilómetros al norte de la ciudad yucateca de Valladolid.
Con esta noción en mente, se convocó a los mejores escribas y más grandes maestros para decorar la ciudadela. Recientemente, según la Secretaría de Cultura, las excavaciones en el sitio revelaron varias piezas ornamentales, que vistieron milenios atrás a la ciudadela.
Una de las más significativas fue la de un hombre tallado en piedra, al que se ve sometido con los brazos atados a la espalda. Lo más probable es que se tratara de un guerrero, explican los arqueólogos, sometido por el gobernante en turno.
El hallazgo se dio en el marco de las obras de salvamento que se están realizando en el Tramo 1 del Tren Maya. Específicamente, detalla en INAH en un comunicado, en el corredor arqueológico de Palenque, Moral-Reforma y El Tigre.
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