En el año mil, la profecía del fin del mundo estaba rodeada de terror y expectación. Los textos de Beato de Liébana y otros religiosos advertían sobre el fin de los tiempos.
La noche del 31 de diciembre del año 1000, la población atemorizada irrumpió en las iglesias para esperar el fin del mundo. La literatura del siglo XIX describió este y otros relatos de lo que sucedió en la Europa medieval sumida en una mezcla de temor y anticipación debido a las profecías apocalípticas que circulaban en la época.
«Era una creencia general en la Edad Media que el mundo tenía que acabar con el año 1000 de la Encarnación«, escribió el historiador francés Jules Michelet.
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Beato de Liébana en sus Comentarios al Apocalipsis
Muchos creían que el año mil marcaría el fin del mundo, basándose en interpretaciones de textos bíblicos, especialmente en las visiones apocalípticas de San Juan en el libro de las Revelaciones. La creencia en el milenarismo, que sostenía que el mundo experimentaría una transformación radical, habría alimentado la ansiedad generalizada.
«Satanás andará libre bien pronto, una vez se cumpla el milenio», escribió el monje cronista Rodolfo el Calvo.
Beato de Liébana, un monje y teólogo del siglo VIII, desempeñó un papel crucial en la creación de la aprehensión relacionada con la profecía del fin del mundo. Su obra «Comentario al Apocalipsis» fue una contribución que, junto con otros escritos como el de Adso de Montier-en-Der en 954, proporcionó interpretaciones que dejaron una marcada influencia en la percepción del año mil como el fin de la humanidad o el día del juicio final.
El filósofo Humberto Eco en su artículo Beato de Liébana, el apocalipsis y el milenio, menciona que en aquella «famosa noche de san Silvestre no pasó nada. Pero lo curioso es que las inquietudes existieron antes y después». También señala cómo la tradición del XIX interpretó el evento.
«Después, como exige siempre la tradición romántica, amanece el primero de enero de 1001 y el mundo, estupefacto, conmovido, exaltado, se da cuenta de que todo está aún en su sitio, recibiendo con ello tal inyección de energía y de optimismo que comienza en el acto el resurgimiento posterior al año mil», menciona en su escrito.
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El año mil y el fin que no existió
«Tres años después del año mil, la tierra comenzó a cubrirse de un blanco manto de igleias«, describió Rodolfo el Calvo según el artículo de Umberto Eco. Tietmaro de Merseburgo también definió lo sucedido: «Amanecido el milésimo año desde el parto salvador de la Virgen sin pecado, brilla en el mundo un sol radiante».
El mito del terror que existió en el año mil ha sido cuestionado por investigadores y descartado con diversos argumentos. José Miguel Lorenzo Arribas señala en uno de sus artículos que las cronologías de medición del tiempo en la Europa medieval fueron múltiples y poco unificadas, con lo que se pone en entredicho el milenarismo. También expuso que es probable que la mayoría de las personas desconociera completamente qué edad tenían y la fecha exacta en que vivían.
«La vida del común de las gentes transcurría ajena a tales planteamientos. Bastante tenían con el día a día, con la sucesión de estaciones y los ritmos agrícolas, como para preocuparse si llegaba dicho «año Mil» o dejaba de llegar. No hubo entonces milenarismo (teorías que hablaban, no de dicho año redondo, sino del advenimiento de Cristo para reinar mil años antes del Juicio Final) o, si lo hubo, no relacionado con una fecha concreta».
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