El silbato de la muerte usado por los antiguos mexicas puede reproducir sonidos que van desde suaves susurros similares al soplo del viento hasta ruidos que imitan animales o gritos desgarradores. Numerosas culturas antiguas empleaban instrumentos musicales en rituales y ceremonias, y el silbato en forma de calavera destaca como un ejemplo único de Mesoamérica.
Este silbato ancestral ha sido vinculado a rituales relacionados con la muerte por su particular diseño de calavera, escribió el investigador Roberto Velázquez Cabrera sobre este instrumento. A esto se suma, que dos de estos fueron hallados en las manos de una víctima sacrificada frente al templo de Ehécatl, en Tlatelolco.
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Una investigación sobre la respuesta cognitiva y afectiva de los humanos al sonido del silbato de la muerte reveló que la mayoría de los voluntarios lo compararon con un grito. Además, los escáneres cerebrales indicaron que los tonos del silbido podrían tener un impacto más profundo que simplemente generar un ambiente aterrador.
Neurocientíficos de la Universidad de Zúrich reclutaron a 70 personas europeas para analizar cómo interpretaban los sonidos de este instrumento. Escanearon el cerebro de 32 de ellos con fMRI mientras escuchaban los silbidos junto a sonidos de cinco categorías diferentes. Esta investigación buscaba comprender las respuestas psicoacústicas y neurológicas provocadas por los espeluznantes tonos de los silbatos.
«Mediante experimentos de escucha y clasificación psicoacústica, demostramos que los sonidos del silbido de calavera se perciben predominantemente como aversivos y aterradores y como de origen híbrido natural-artificial», escribieron en el artículo publicado en Nature. «Los sonidos del silbido de calavera atraen la atención mental al imitar afectivamente otros sonidos aversivos y alarmantes producidos por la naturaleza y la tecnología».
Los sonidos del silbato de la muerte fueron clasificados psicoacústicamente como una mezcla híbrida de sonidos parecidos a voces y gritos, pero que también como sonidos que se originan a partir de mecanismos técnicos.
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Los sonidos de los silbatos de la muerte combinan elementos naturales y artificiales, lo que dificulta su clasificación por el cerebro, señala la investigación. Al escucharlos, los voluntarios activaron regiones corticales auditivas de orden inferior, asociadas con respuestas a gritos o llantos de bebés. Estas señales aversivas dirigen al cerebro a analizar el estímulo a profundidad.
Además, su comparación con otros sonidos los situó en un grupo único, cercano a alarmas, sirenas y ruidos humanos relacionados con emociones como miedo, ira o tristeza. Este efecto refleja su complejidad y su capacidad para evocar sensaciones de alarma.
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