La tumba y los tesoros de Sit-Hathor-Yunet permanecieron alejados de los antiguos saqueadores hasta su descubrimiento en 1914.
La cultura egipcia siempre contó con una increíble tradición funeraria y el entierro de la Princesa Sit-Hathor-Yunet, hija del faraón Sessostris II, no es la excepción. En 1994, el reconocido arqueólogo sir William Flinders Petrie, encontró junto a su ayudante Guy Brunton la tumba de la princesa mientras exploraban la pirámide uno de sus antepasados.
El descubrimiento de Flinders Petrie fue especialmente interesante porque, a diferencia de otras tumbas, no estaba completamente saqueada. Si bien la momia de la princesa había sido alterada, en una esquina de la tumba hallaron algo que los ladrones de tumbas no lograron descubrir.
El inexplorado rincón guardaba una enorme cantidad de riquezas. Entre ellas, los exploradores hallaron una serie de cofres de ébano, piezas de oro macizo, joyas, una corona y dos pectorales. Aunque los tesoros estuvieran percudidos por el paso del tiempo, la calidad de sus materiales era sumamente alta.
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La historia y el legado de la princesa Sit-Hathor-Yunet
Aunque no exista demasiada información sobre la princesa y su padre no figure entre los faraones más reconocidos, sin lugar a duda formaron parte de un entramado político importante. De acuerdo con Britannica, Sesostris II reinó el antiguo Egipto desde 1844 a 1837 a.C.
«Su logro más destacado fue el inicio del desarrollo de Al-Fayyūm, la rica área cercana a la residencia real. El rey construyó obras hidráulicas diseñadas para regular el nivel del lago y parcialmente recuperar el terreno pantanoso alrededor de sus orillas,» menciona la enciclopedia.
El hecho de que la princesa y su padre fueran enterrados en una construcción tan importante, ahora reconocida como la pirámide de Sessostris II, es muestra del increíble poder político y adquisitivo de la familia. Sus tesoros, hallados milenios después de su entierro, también lo son.
El tratamiento museológico de los tesoros y la tumba
Tras el descubrimiento de Flinders Petrie y Bronton, comenzó una nueva discusión, alejada de los antiguos saqueadores, sobre quién conservaría los tesoros. Primero, con la intención de reconocer la labor del arqueólogo, Egipto le obsequio la mayor parte de las reliquias.
Flinders Petrie, después admitió que intentó vender la colección al Museo Británico (que ya contaba con piezas importantes de la cultura egipcia) por ocho mil libras. Sin embargo, el museo rechazó la oferta y el arqueólogo tuvo que encontrar otra institución que adquiriera sus descubrimientos.
Finalmente, el Museo Metropolitano de Arte en Nueva York (MET), decidió adquirir en 1916 las reliquias de Sit-Hathor-Yunet. Desde entonces, encargados del museo neoyorquino se han dedicado a seguir conservando el tesoro y estudiando su trascendencia histórica.
Este texto fue escrito por Iñaki Arriola, periodista mexicano interesado en la cultura urbana, el arte y su convivencia con la naturaleza. Colabora como redactor en National Geographic en Español.
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