Sucedió el 24 de agosto del año 79. Una erupción volcánica violenta devastó por completo dos ciudades romanas: Pompeya y Herculano. Después de la catástrofe, ambas urbes quedaron completamente sepultadas por el material incandescente. Miles de personas no pudieron escapar, si quiera, de sus hogares.
Tal fue el caso de una pareja que residía, en aquel entonces, en Pompeya: aquejado por una tuberculosis avanzada, un hombre no tuvo la fuerza para salir huyendo. Los arqueólogos que encontraron los cadáveres asumen que la otra persona era un familiar cercano.
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Calcinadas por el material incandescente, o golpeadas por las piedras que lanzó el Vesubio, cerca de 2 mil personas perdieron la vida en la catástrofe. Entre ellas, se destacó el caso de una pareja que, en un antiguo comedor de Pompeya, perdió la vida sin poder escapar. Conocido antiguamente como Casa del Fabbro, fue el destino final de un hombre y una mujer romanos, que encontraron la muerte después de comer.
A partir de fragmentos bien conservados de su ADN, los científicos de la Universidad de Copenhague lograron secuenciar su genoma. Incluso a pesar de que estas moléculas se degradan con el tiempo, los huesos del varón albergan información valiosa sobre quién fue esta persona en vida, cuál era su dieta e incluso su edad aproximada al morir.
Incluso a pesar de que la erupción volcánica violenta del Vesubio pudo haber calcinado sus huesos —y prácticamente cualquier resto orgánico—, el material genético sobrevivió. Al equipo de investigación le impresionó que, a pesar de haberse enfrentado a más de 300ºC, se pudiera secuenciar por primera vez el genoma de una persona que falleció en la catástrofe.
El estudio se publicó recientemente en Scientific Reports. En éste, los investigadores aseguran que el genoma recuperado de la pareja en Pompeya se parece mucho al de otros ejemplos de la misma época, encontrados en otras regiones del antiguo Imperio Romano. Esto sugiere, de acuerdo con los autores del estudio, que había cierta ‘homogeneidad genética’ entre los romanos:
«Nuestros hallazgos sugieren que, a pesar de la extensa conexión entre Roma y otras poblaciones mediterráneas, existe un grado notable de homogeneidad genética en la península italiana en ese momento», escriben en el artículo.
Es importante notar que, aunque la pareja se encontró en Pompeya originalmente en 1993, no se había realizado un análisis genético de esta envergadura hasta ahora. A los investigadores les sorprendió que, en sus huesos, estaba impresa la marca de Mycobacterium tuberculosis. Esto reveló que, tal vez, el hombre que murió en el restaurante estaba gravemente enfermo de tuberculosis.
Ante la falta de oxígeno y demás contaminantes en el medioambiente, lo más probable es que le resultara imposible correr para salir de ahí. A partir de este caso, los investigadores europeos demostraron que es posible «reconstruir la historia genética de la población de Pompeya, un sitio arqueológico único«, concluyen en el estudio.
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