La aguja de Notre Dame tenía ocultos dos sarcófagos de plomo. Tras tres años del incendio devastador, finalmente sabemos a quién pertenecieron.
Fue un escándalo. Cuando la pira centenaria de la catedral se incendió, los parisinos se lamentaron que la iglesia había perdido uno de sus elementos característicos: casi como una reina sin corona. A pesar de la tragedia que dejó a París en llanto en 2019, decenas de hallazgos arqueológicos han salido a la luz. Entre ellos, que la pira de madera sirvió también como mausoleo: ahí mismo, se encontró un par de sarcófagos de plomo, que permanecieron en Notre Dame desde la Edad Media.
A cargo de la Universidad de Toulouse, en Francia, un equipo de arqueólogos estudió las tumbas. Parece que pertenecieron a dos hombres de alto nivel social. Posiblemente, un clérigo y un miembro joven de la nobleza medieval. Los restos de ambos personajes revelan que tuvieron muertes lentas y dolorosas, a causa de enfermedades que los aquejaron por años.
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Notre Dame: catedral y mausoleo medieval
Eric Crubézy es profesor de antropología biológica en la Universidad de Toulouse III. Como encargado del proyecto de investigación, supervisó la apertura de los ataúdes para analizar con detalle los huesos y el proceso de muerte de cada persona. Con respecto al estilo de vida que llevó cada uno, el especialista explicó lo siguiente a Live Science:
«El primer sujeto se identifica a través de una placa de identificación en su ataúd», detalló Crubézy en un correo electrónico.
Antoine de la Porte, según se lee en la placa de bronce, murió a los 83 años el 24 de diciembre de 1710. Según los hallazgos del equipo de investigación, él se encargó de la catedral durante décadas. Parece ser que usó parte de su riqueza para construir el coro de Notre Dame. Esto explicaría que se le haya dado un entierro bajo la parte central del crucero que, en aquel entonces, era un área reservada para la élite.
Los restos del clérigo están bien conservados, explican los investigadores en un la enfermedad de los reyes’.
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Una tumba anónima
La segunda tumba que se encontró no tiene nombre, explican los investigadores. Se sabe que murió en algún momento entre los 25 y los 40 años, por una enfermedad complicada que le impidió vivir una vida en paz. Ni siquiera pertenecer a la realeza medieval pudo ayudarle a aliviar sus malestares:
«Muestra signos de alguien que ha estado montando a caballo desde una edad temprana», explica Crubézy, «y perdió la mayoría de sus dientes en los años y meses previos a su muerte».
A partir del estado de la columna vertebral, el equipo determinó que probablemente esta persona no logró superar una infección de meningitis o tuberculosis. El único rasgo de identidad que dejó a su paso fue un sobrenombre: ‘Le Cavalier’, que se traduce del francés como el jinete.
Esto coincide con las marcas que se conservan en sus huesos, explica Crubézy: parece que esta persona aprendió a montar a muy temprana edad, y que así lo hizo por décadas. Todavía no existe claridad sobre en qué época falleció. Los investigadores estiman que fue en algún momento entre el siglo XIV y el XVIII. Hasta que se hagan estudios más detallados, sin embargo, se puede conocer poco más sobre la vida de esta persona.
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