¿Por qué la belleza del quetzal se ha convertido en símbolo nacional y alguna vez en divinidad mesoamericana? Aquí te contamos la historia sagrada del quetzal.
El suave aleteo del quetzal atraviesa los bosques y selvas del sur de México y de Centroamérica. Su plumaje adorna el cielo con un iridiscente verde, mientras su pecho lo hace con un majestuoso tono rojizo. Ante tal espectáculo de magia y colores, las culturas prehispánicas vieron en este animal uno de sus más importantes dioses. Esta es la historia del quetzal.
La historia del quetzal y su relación con Quetzalcóatl
El dios mexica Quetzalcóatl, conocido como Kukulkán entre los mayas, es una de las deidades más importantes de Mesoamérica, la zona cultural que comprende parte de México y América Central. Precisamente, la deidad fue representada por sus civilizaciones como una serpiente cubierta de plumas del quetzal.
Según las creencias antiguas de la región, este dios fue el encargado de regalar a los humanos la agricultura, el fuego y la escritura, tres de los pilares fundamentales para la cosmovisión mesoamericana. Quetzalcóatl simbolizaba la dualidad de la naturaleza, combinando elementos de la tierra y el cielo.
La mitología menciona que la deidad desapareció tras caer en engaños y sucumbir a las tentaciones. Más tarde, los mesoamericanos vieron en el majestuoso quetzal un símbolo de belleza, pero aún más importante, encontraron la encarnación de su antiguo dios.
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En el libro sagrado de los mayas, el Popol Vuh, cuentan el origen del quetzal de una manera más poética. El dios Kukulkán y el dios del cielo, Tepeu, decidieron dar vida a las aves soplando sobre un árbol de guayacán. Las hojas de color azul verdoso se dispersaron en el viento y tocadas por el aliento divino se transformaron en el majestuoso quetzal, que representó la conexión entre el cielo y la tierra.
La popularidad de su plumaje
Además de sus enigmáticos colores, el quetzal está provisto de cuatro plumas caudales de aproximadamente 90 centímetros de largo. Su elegante aspecto y su prodigiosa longitud fue objeto de deseo para las élites mesoamericanas.
Estas plumas fueron empleadas para crear distintas indumentarias exclusivas para guerreros, sacerdotes y tlatoanis, gobernantes mexicas. Por ejemplo, el famoso penacho de Moctezuma está compuesto mayoritariamente de plumas de esta ave, luciendo ese característico aspecto brillante y verdoso.
Aunque era muy demandado su plumaje, la caza de los quetzales era muy controlada. Una vez que las civilizaciones capturaban sus plumas, el animal lo ponían en libertad. Cazarlos sin algún permiso podía costarles la vida.
El quetzal en la actualidad
Debido a su casi imposible crianza en cautiverio, la población lo considera como un símbolo de libertad. Solo México ha hecho posible el nacimiento de un quetzal en cautiverio, uno en el año 2004 y otro catorce años después, en el 2018.
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La deforestación de sus bosques tropicales ha reducido drásticamente las poblaciones de esta significativa especie. Por lo mismo, actualmente se encuentra en peligro de extinción, debido a la pérdida de hábitat y su difícil conservación fuera de ella.
A pesar de los esfuerzos y las leyes que protegen al quetzal, su futuro sigue siendo incierto, destacando la urgencia de medidas adicionales para asegurar su supervivencia a largo plazo.
El quetzal no solo es una ave majestuosa, sino un símbolo cultural profundo para países enteros. La historia del quetzal ha perdurado en leyendas, mitologías, dioses y ha trascendido en la actual moneda y bandera de Guatemala. Ahora más que nunca, el destino de este histórico animal está en nuestras manos y conciencia.
Este texto fue escrito por Emilio Flores Escalona, periodista comunicólogo apasionado por la reflexión, la política y la cultura. Colabora como redactor en National Geographic en Español.
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