Los humanos de hoy heredamos la nariz de los neandertales, que nos permite regular la temperatura y humedad del aire exterior. Ésta es la razón.
La nariz es el centro del rostro, apunta la plataforma para infancias de Stanford. Y parece ser que la forma alargada que tenemos en la actualidad los seres humanos es una herencia directa de los Neandertales, una especie de homínidos que habitó el planeta hace 300 mil años.
No sólo eso: gracias a un gen, que dicta la forma de arriba a abajo de la nariz) fue que logramos persistir en la selección natural. Si no hubiera sido por este ligero cambio de diseño anatómico, revela un estudio de Communications Biology, los homínidos antiguos no hubieran podido sobrevivir a los climas fríos fuera de África. Ésta es la razón.
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Pedacitos prehistóricos en nuestro ADN
Los Homo sapiens tuvieron un amplio mestizaje con los Neandertales. Es por ello que, después de cientos de miles de años, conservamos algunas características de otras especies humanas. Con base en esta premisa, los investigadores de Uuniversity College of London y The Open University empezaron a analizar cuáles de estas influencias siguen presentes en los humanos de hoy.
Corren 15 años desde que se consiguió secuenciar el genoma completo de los neandertales. Desde entonces, la ciencia ha logrado entender cómo es que nuestros ancestros directos se mezclaron con esta especie —y qué características conservamos. Para ello, los científicos tomaron una muestra de alrededor de 6 mil personas en América Latina. Específicamente, de los siguientes países:
- Brasil
- Colombia
- Chile
- México
- Perú
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Estos voluntarios tenían ascendencia mixta de Europa, Asia y África. La intención era mapear cómo diferentes rasgos faciales están asociados con la presencia de marcadores genéticos específicos. Los investigadores se encontraron que las personas con ascendencia nativo-americana compartían una región en su genoma conocida como ATF3.
Esta misma región la tenían los neandertales, y parece ser que está asociada a la altura de la nariz. Los autores consideran que esta característica nos ha dado una ventaja genética, ya que «puede ayudarnos a regular la temperatura y la humedad del aire que respiramos«, concluyen en un comunicado.
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