Ingrid Christensen tenía una idea clara: quería ser la primera mujer en visitar la Antártida. Era la década de 1930 y, aunque sabía que las misiones de exploración polar habían estado dominadas sólo por hombres, quería caminar sobre el continente más frío del planeta. Con esta convicción en mente, convocó a su marido y a una amiga cercana, Mathilde Wegger, para alcanzar los últimos confines del mundo.
En ese entonces, según lo describe la corresponsal de viajes Laura Kiniry para Smithsonian Magazine, se pensaba que «el clima demasiado hostil para las mujeres«. Y lo que es más: que ellas no tendrían la capacidad de manejar situaciones de crisis en las últimas latitudes del planeta. Ingrid Christensen y su equipo tenían otra información.
En 1931, Ingrid Christensen no sabía que vería por primera vez la Antártida. Lo que es más: no tenía idea que de volvería al menos 3 veces más, en expediciones diferentes, con tripulaciones distintas. Sin embargo, abordo del barco Thorshavn, se convirtió en la primera mujer en la historia en alcanzar el continente polar.
La exploradora noruega navegó los mares del sur con su esposo, Lars Christensen. La tripulación también consideró a Mathilde Wegger. Al alcanzar el Polo Sur el 5 febrero de 1931, nombró el pico Bjerkö. Pero quería más: no le fue suficiente con visitar una sola vez la región más fría del planeta.
En ocasiones posteriores, sobrevoló la Antártida con Wegger. Otros exploradores se asombraron en encontrarlas abordo de una expedición de tal envergadura. Sólo tres años más tarde, la exploradora noruega logró circunnavegar el continente polar completo. A pesar de las reservas de sus colegas, fue la primera persona en la historia en conseguir una hazaña de ese nivel.
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En honor a la exploradora noruega, se asignó su nombre a una región entera de la Antártida. Conocida actualmente como ‘costa de Ingrid Christensen‘, al oriente del continente polar. Por la colaboración que logró con su esposo, el cuerpo de agua salada que colinda con este fragmento se conoce como ‘mar de la Cooperación‘.
Aunque en aquel entonces se pensó lo contrario, Christensen fue un pilar de las expediciones al continente polar:
«Lejos de estar simplemente en el viaje, Christensen fue una parte integral de las expediciones de su esposo», documenta Oceanwide Expeditions. «Era conocida por su valentía y comportamiento audaz, y por sus contribuciones recibió el título de caballero más importante de Noruega, la Orden de San Olav, en 1946».
A pesar de su amplia experiencia como exploradora, sólo se conserva una fotografía suya. Coincidentemente, aparece con Mathilde Wegger, como se muestra en la primera fotografía de esta publicación. Las hazañas de esta tripulación mayoritariamente femenina fueron sólo el comienzo de la carrera de mujeres en la Antártida.
La última vez que Christensen visitó el continente polar fue en 1937, con su única hija. Acompañada de otras tres exploradoras, la nave que las llevó hasta el Sur del planeta se nombró Four Ladies. La herencia de este último viaje acompaña, hasta hoy, a todas aquellas que se aventuran hasta los últimos confines del mundo.
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