No es necesario ir tan lejos en la historia geológica para reconocer que la Tierra sufre cambios todo el tiempo. Sí, a lo largo de su existencia, nuestro planeta ha pasado por enorme cantidad de transformaciones. Algunas nos reiteran que su “fisonomía” no es estable, por muy acostumbrados que estemos a la que nos ha tocado conocer; otras nos hacen ver que las estaciones no siempre estarán ahí, puntales y constantes. La última palabra está en la fuerza de la naturaleza, que, aunque hemos tratado de descifrar, sigue siendo impredecible en su mayor parte. En este sentido, hace no mucho tiempo, en 1816, el mundo tuvo un año sin verano. Esto es lo que sucedió.
En 1815, el monte Tambora, un estratovolcán que a la fecha sigue activo, hizo erupción, provocando un cambio en el clima mundial. De acuerdo con el Servicio de Parques Nacionales de Estados Unidos, el material pesado cayó al suelo y a la superficie del océano, pero las partículas más ligeras alcanzaron la estratosfera, dispersándose y creando una nube de aerosoles del tamaño de Australia. Esta impidió que la luz del Sol llegara a la Tierra y alteró el clima global.
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Naturalmente, el asunto se complicó al siguiente año. Las cosechas de Europa y Estados Unidos se perdieron a causa de la disminución de la energía solar. No sobra decir que esto llevó a crisis sociales en las que el hambre y la enfermedad desbocaron en actos violentos, impulsados por el sentido de instinto supervivencia.
Para los colonos que se establecieron en Nueva Inglaterra, una fracción del noreste estadounidense, este evento fue un desconcierto total, ya que esa tierra, que justamente los había atraído por su clima templado y sus fantásticas condiciones para la agricultura, les estaba mostrando que no todo estaba “calculado”.
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Ríos y lagos permanecieron congelados a lo largo de los meses de verano. El suceso dio lugar a la peor hambruna del siglo XIX. De ahí que algunos se refieran a esos fríos y hostiles días como la “Pequeña Edad de Hielo”.
“Para 2050, se espera que la temperatura media mundial aumente cuatro grados. Sin embargo, a diferencia del cambio climático global de 1816, este cambio de temperatura será permanente y estará causado por la actividad humana, no por la naturaleza”, se lee en el sitio del Servicio de Parques Nacionales.
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