¿Por qué hay pocos cristianos japoneses? Aquí te contamos la historia de la evangelización en Japón y como el cristianismo estuvo casi al borde de la extinción
La evangelización de Japón comenzó a mediados del siglo XVI con el misionero San Francisco Javier. A pesar de un esperanzador inicio, las luchas por el poder desataron una serie de devastadoras persecuciones que llevaron al cristianismo a la clandestinidad.
Japón antes del intento de evangelización
Para entender el temprano éxito del cristianismo es importante saber que la evangelización en Japón comenzó en un momento crítico para su población. Las religiones principales eran el sintoísmo y el budismo, las mismas que prevalecen hoy en día. Sin embargo, la llegada de una fuerte crisis japonesa ofreció una inesperada oportunidad para los misioneros jesuitas europeos.
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La región afrontaba lo que hoy se conoce como el período Sengoku, también conocido como la era de los Estados Combatientes. Esta época se caracterizó por su intensa inestabilidad política, sus incesantes luchas de poderes y sus devastadoras guerras civiles. Su duración se extendió desde mediados del siglo XV hasta principios del siglo XVII.
Como resultado, la nación del sol naciente se fragmentó en numerosos feudos, cada uno gobernado por un daimyo (señor feudal). El caos reinante dejó una huella profunda en la sociedad japonesa. Las calles se llenaron de vagabundos, huérfanos, cadáveres y una abrumadora sensación de desesperanza.
La gente perdió los motivos para seguir en su fe predominante. Fue en este Japón cuando, en 1549, el misionero San Francisco Javier desembarcó en el el sur del archipiélago con la misión de predicar el cristianismo.
Primer contacto entre el cristianismo y Japón
Tras llegar a Kagoshima, Francisco Javier y sus compañeros jesuitas iniciaron su labor misionera. El reto era, que para los pueblos japoneses el concepto de un único dios les parecía muy extraño, así como muy ajeno a sus costumbres.
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Para ello, los misioneros jesuitas asimilaron el idioma de la región y sus tradiciones, tales como el uso del kimono y una decoración oriental en las iglesias cristianas.
También, entablaron relaciones especialmente con los más desfavorecidos y les brindaron ayuda. Varios japoneses comenzaron a notar en el cristianismo un discurso que les ofrecía redención, liberación y, sobre todo, esperanza.
Poco a poco, la novedad espiritual y el interés comercial con Europa atrajeron a más habitantes. Algunos señores feudales, contentos con la labor misionera, se convirtieron en seguidores y demostraron su lealtad, brindando apoyo y protección a los extranjeros.
Apenas tres décadas después de la primera incursión, ya existían un total de 200 iglesias y cerca de 150,000 cristianos en la región, según registros jesuitas de la época.
Sin embargo, la rápida expansión del cristianismo y su asociación con potencias extranjeras como Portugal y España, despertaron preocupaciones entre los nuevos líderes japoneses.
La dura persecución del cristianismo
Tras el asesinato de uno de los grandes aliados de los misioneros, el señor feudal Oda Nobunga, el shogun Toyotomi Hideyoshi se consolidó en el poder y logró la unificación del país. Cinco años después, al ver al cristianismo como un peligro para su dominio, promulgó la orden de la expulsión de los padres cristianos.
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Fue entonces que la creencia paso a un período de clandestinidad, cuyos seguidores fueron llamados como kakure kirishitan. Ocultos, se dedicaban a transmitir sus creencias de generación en generación aún con los peligros que esto implicaba.
El shogun, temeroso por una supuesta conspiración cristiana, apresó a seis franciscanos y veinte cristianos japoneses que seguían predicando públicamente. En 1597, el día 5 de febrero, fueron crucificados hasta la muerte delante de 4 mil personas. Este desgarrador suceso tuvo lugar en Nishizaka, Nagasaki y es conocido como el martirio de los Veintiséis de Nagasaki.
La situación se acrecentó una vez más en 1614, cuando el nuevo shogunato, Tokugawa, inició una serie de persecuciones contra los cristianos. Se prohibió en su totalidad la práctica del cristianismo, se destruyeron iglesias y se expulsó a los misioneros. Los creyentes japoneses fueron forzados a renunciar a su fe o enfrentar la muerte.
Más de veinte años después, en 1639, se promulgó la política de aislamiento nacional, conocida como sakoku. Esta puso un tajante fin al comercio con el mundo exterior. La política determinaba que nadie podía salir del territorio ni entrar y se intensificó la persecución a los cristianos.
El renacimiento del cristianismo japonés
Japón permaneció aislado del mundo hasta mediados del siglo XIX. Cuando el país abrió nuevamente sus puertas al contacto internacional, las restricciones contra el cristianismo se relajaron.
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Los misioneros regresaron y comenzaron a reconstruir la comunidad cristiana en Japón y descubrieron a los descendientes de los kakure kirishitan, quienes habían mantenido viva su fe.
Hoy en día, el cristianismo sigue siendo una religión minoritaria en Japón, con apenas el 1% de la población. La historia de la evangelización y la resiliencia de los cristianos japoneses sigue siendo un testimonio significativo de la cultura japonesa y de la fe cristiana.
Este texto fue escrito por Emilio Flores Escalona, periodista comunicólogo apasionado por la reflexión, la política y la cultura. Colabora como redactor en National Geographic en Español.
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