Lucy, la homínida que cambió la historia de la evolución, sigue sorprendiéndonos. Esta vez, una científica descubrió que podía mantenerse de pie igual que nosotros.
Nombrada así por la famosa canción de los Beatles, Lucy in the Sky with Diamonds, es la Australopithecus más famosa del mundo. Lucy descubierta en 1974 y sus restos se conservan en el Museo Nacional de Etiopía, donde fue descubierta. Su hallazgo cambió la historia de la evolución, pues se trataba de un homínido que había vivido hace más de tres millones de años. Además, casi la mitad de su esqueleto se había preservado.
Caminaba como ninguna especie conocida
Lucy podía mantenerse erguida en dos pies, tal como nosotros. Después de recrear en 3D los músculos de Lucy, la paleoantropóloga Ashleigh Wiseman, logró probar que las piernas de la Australopithecus la podían mantener de pie. El descubrimiento fue una sorpresa, pues por décadas los científicos habían rechazado la hipótesis de que Lucy era bípeda.
“Hoy en día, somos el único animal que puede ponerse de pie con las rodillas rectas. Los músculos de Lucy sugieren que era tan hábil en el bipedismo como nosotros, y posiblemente también se sentía cómoda en los árboles,» agregó Wiseman. «Es probable que Lucy caminara y se moviera de una manera que no vemos en ninguna especie viva hoy en día.»
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En la investigación publicada en Royal Society Open Science, Wiseman reconstruyó el cuerpo de Lucy y se dio cuenta de que no sólo se mantenía firmemente en dos pies, sino también de que tenía mucha más musculatura que nosotros y que partes de su cuerpo como los muslos, probablemente eran dos veces más grandes que los de un humano moderno. ¿La razón? Mientras que nuestros cuerpos se dividen en 50% grasa, 50% músculo, el cuerpo de Lucy era 74 % músculo.
Mirar más allá de los fósiles, nos ayuda a mirar de una forma más completa a nuestros antepasados y, con ello, a nosotros mismos. Wiseman considera que es fundamental tomar en cuenta los músculos cuando hablamos de estudiar un individuo que en su momento estuvo vivo, ya que a través de ellos podemos saber muchas más cosas de cómo eran y cómo era el mundo que los rodeaba.
“Las reconstrucciones musculares ya se han utilizado para medir la velocidad de carrera de un T-Rex, por ejemplo,” señala la investigadora. “Aplicando técnicas similares a los humanos ancestrales, queremos revelar el espectro de movimiento físico que impulsó nuestra evolución, incluidas las capacidades que hemos perdido.”
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