Las mujeres cazadoras desempeñan un papel activo para proveer a sus sociedades. Aun cuando estaban en el periodo maternal, su labor era equiparable a la de los hombres.
Las mujeres han empuñado armas y han sido cazadoras a lo largo de la historia. Solas, en grupos de mujeres, acompañadas por hombres o perros, y en periodo de maternidad salieron tras la presa. Un estudio reciente revela que en culturas de cazadores-recolectores, hubo mujeres cazadoras, lo que desafía la idea del trabajo dividido.
Los hombres cazaban y las mujeres recolectaban, esa es la premisa que se ha afianzado por años sobre las culturas ancestrales. Sin embargo, un proyecto recopiló datos de la literatura etnográfica para investigar la prevalencia de mujeres cazadoras.
El análisis incluyó grupos de América del Norte, África, Australia y Asia, y entre las conclusiones mencionan que los estereotipos de que los hombres eran cazadores y las mujeres eran recolectoras son erróneos.
Un equipo de investigadores se adentró en 63 sociedades de cazadores-recolectores a través de artículos académicos publicados los últimos 100 años. Obtuvieron datos sobre la caza, que complementaron con evidencia de entierros humanos hallados en diferentes partes del mundo.
Cazadoras y madres
La investigación titulada El mito del hombre cazador: la contribución de las mujeres a la caza en contextos etnográficos, publicada en Plos One, señala que el 79% de las comunidades tenían mujeres que cazaban animales de distintos tamaños, quienes poseían herramientas y habilidades para ello.
También encontraron que el estatus de caza no cambió cuando se convirtieron en madres. La presencia generalizada sugiere que las mujeres desempeñaban un papel fundamental en la caza.
“Más del 70 % de la caza realizada por mujeres se interpreta como intencional, lo que significa que las mujeres desempeñan un papel activo e importante en la caza y en la enseñanza de la caza”, menciona la investigación. “Por ejemplo, entre los Aka, se requería la participación de las mujeres en la caza con redes, mientras que la participación de los hombres no lo era”.
Las mujeres no solo practicaban la caza oportunista, cuando se encontraban con animales mientras realizaban otras tareas. La evidencia hace notar que eran iguales a los cazadores masculinos en lo que respecta a la caza mayor de especies.
En las sociedades donde la caza era la actividad más importante, las mujeres participaban al 100 %. En el 46% de las sociedades incluidas en el estudio, las mujeres cazaban animales pequeños, y medianos o grandes en el 48 % de ellas.
“Estos resultados tienen como objetivo cambiar el paradigma de hombre-cazador-mujer-recolectora para dar cuenta del papel importante que tienen las mujeres en la caza, cambiando así drásticamente los estereotipos de trabajo, así como la movilidad”, señalan los investigadores.
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Mujeres cazadoras en la historia
La huella de las mujeres cazadoras ha sido revelada a través del hallazgo de entierros donde además de sus restos también descansan sus herramientas de caza. La idea de que las mujeres solo fueron recolectoras, ha llevado a muchos investigadores a deducir que estos entierros corresponden a varones.
Uno de los descubrimientos incluidos en la investigación fue el entierro de 9.000 años de antigüedad ubicado en la zona andina de Wilamaya Patjxa, en Perú. El entierro incluía una hembra adulta junto con un juego de herramientas de caza que constaba de proyectiles de piedra y equipo de procesamiento de animales.
También se examinaron entierros desde el Pleistoceno tardío hasta el Holoceno temprano, donde se identificaron once mujeres de diez sitios que estaban asociadas con herramientas de caza mayor. “El análisis sugirió que las hembras representaban hasta el 50% de los cazadores de caza mayor de las Américas en la prehistoria”.
En otro punto, señalan que en 2017, un conocido entierro en Suecia reveló a un individuo junto con armas y equipos asociados con guerreros. Los investigadores asumieron que era un hombre, pero la genómica confirmó que era una mujer.
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