Napoleón Bonaparte es una de las figuras polémicas de la historia occidental. Estratega, revolucionario, emperador, Napoleón Bonaparte es responsable de algunas de las instituciones básicas de la política actual. Su paso por el gobierno fue turbulento y atropellado, pero su huella en el mundo moderno es indeleble.
Naboleone Buonaparte nació en 1769 en Córcega. La isla mediterránea había sido recientemente comprada por Francia y conservaba notorios rasgos de la cultura italiana, pues había pertenecido a Génova durante siglos. A este motivo corresponde que Napoleón hablara la lengua francesa con acento italiano. Su padre, Carlo Buonaparte, representaba a Córcega en la corte del rey Luis XVI. Fue él mismo quien trasladó a Napoleón a París para estudiar a la edad de 10 años. Allí cambió su nombre para adaptarlo al francés, y comenzó a llamarse Napoleón Bonaparte.
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El joven Napoleón ingresó a la Real Escuela Militar a los 15 años. Complementó su formación castrense con lecturas de historia, filosofía y política que definieron sus ideales y ambiciones. Sirvió en el ejército francés hasta la Revolución de 1789, cuando se unió al bando rebelde. Durante la guerra destacó en batallas como el sitio de Tolón y la defensa del Palacio de las Tullerías, ganándose la simpatía del ejército y el público.
Entre 1796 y 1797, Bonaparte dirigió campañas expansionistas contra Italia y Austria, logrando notables triunfos militares y acuerdos de paz. Gracias a sus victorias, Francia se anexó territorios del norte de Italia. Durante este periodo se convirtió en un popular ideólogo, cuyos textos circulaban en importantes periódicos franceses.
Para 1789, buscando cortar las rutas comerciales del Imperio Otomano, se lanzó a la conquista de Egipto y Siria, en la que incluyó un grupo de savants, sabios que se dedicaron al estudio científico de la naturaleza y la cultura de los territorios conquistados. Cuando Inglaterra se alió con el Imperio Otomano para expulsar a los franceses, Napoleón regresó a Francia dejando sus tropas en el país del Nilo.
En 1796 el militar contrajo matrimonio con Josefina Beauharnais, quien a la postre sería emperatriz de Francia. Sin embargo, tras casi quince años de matrimonio, y ante la imposibilidad de tener un heredero, se divorció de Josefina y se casó con María Luisa de Austria. Ambos tuvieron un hijo, Napoleón Francisco José, quien también sería emperador.
En 1799, Napoleón dio un golpe de estado que lo colocó a la cabeza del Directorio, organización encargada del gobierno francés. Tres años después, se convirtió en cónsul vitalicio, y un año más tarde se autonombró emperador. Para 1805, además de emperador de Francia, Bonaparte ostentaba el título de rey de Italia. Sus hermanos también llegaron al poder gracias a él: en Holanda coronó a Luis Bonaparte; en Westfalia impuso a Jerónimo y a José lo nombró rey de Nápoles. Su audacia militar llevó a otras potencias europeas, como el Sacro Imperio Romano Germánico, a su fin. Para Inglaterra, Austria y Rusia, su afán expansionista era una amenaza.
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El emperador intentó conquistar la Península Ibérica, pero el 2 de mayo de 1808 estalló la guerra de independencia de España, para entonces ocupada por tropas napoleónicas. Al final del enfrentamiento, acabaría por reconocer a Fernando VII como monarca español. Posteriormente intentó conquistar Rusia, pero las condiciones climáticas y la resistencia del ejército ruso aplastaron a su ejército, que regresó a Francia derrotado. En 1814, la alianza de sus enemigos internacionales invadió París. Napoleón abdicó en favor de su hijo, que se convirtió en emperador a los tres años de edad. Napoleón II gobernó durante un par de días antes de perder el derecho de sucesión al trono de Francia y salir junto con su madre al exilio en Austria.
Bonaparte se exilió a la isla de Elba, lejos de familia, al tiempo que se establecía la monarquía contra la que había luchado la Revolución Francesa. Incapaz de permanecer en el exilio, regresó a París en 1815 para intentar llegar una vez más al poder. A medida que la noticia de su regreso se diseminaba, crecía su número de seguidores y el ejército que lideraba se robustecía. Finalmente, mientras intentaba frenar el avance de las fuerzas holandesas, inglesas y alemanas en Waterloo, Bélgica, fue derrotado por última vez. Nuevamente abdicó en favor de su hijo, quien gobernó por diez días a pesar de encontrarse en Austria. Allí fue conocido con el nombre de Franz hasta su muerte por tuberculosis a los 21 años.
El segundo exilio de Napoleón fue en la isla de Santa Elena, donde residió hasta su muerte en 1821. Se ha especulado sobre un envenenamiento que habría sido la causa de su fallecimiento. Veinte años más tarde, sus restos regresaron a Francia y fueron sepultados en Los Inválidos, edificio icónico del séptimo distrito de París.
Este artículo es de la autoría de Rodrigo Ortega Acoltzi, quien investiga y escribe sobre arte e historia. Puedes leer más de su trabajo aquí.
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