Con el paso de los siglos, muchas estatuas romanas han perdido la cabeza. Aunque la erosión y el descuido explican parte del problema, la deshonra también ha jugado un papel importante.
Al visitar museos o sitios arqueológicos, es común encontrar estatuas romanas sin cabeza. Estas figuras decapitadas pueden parecer un misterio, pero detrás de su aspecto intrigante existen varias explicaciones históricas y prácticas. Los cuerpos incompletos, aunque despojados de su rostro, siguen siendo testimonios de una época fascinante.
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Perder la cabeza por descuido e historia
La explicación menos intrigante tiene que ver con la cabeza como un punto débil natural en las estatuas debido a su posición y peso. Con el paso de los siglos, la erosión natural y el abandono han facilitado la pérdida de esta parte en muchas estatuas romanas. El tiempo, el clima y la falta de cuidado durante excavaciones o traslados han provocado que estas secciones vulnerables se desprendan, dejando cuerpos incompletos.
La presencia de tantas estatuas sin cabeza no se debe únicamente a la fragilidad y erosión, durante el Imperio Romano, existía la práctica del damnatio memoriae, una condena a la memoria de personas que caían en desgracia. Esta incluía la destrucción de sus retratos, la decapitación de sus estatuas o la desfiguración de sus rostros.
El Senado podía votar para borrar el nombre de un emperador detestado, confiscar sus propiedades y dañar sus estatuas. El emperador Nerón habría sido una de las figuras importantes que sufrió este destino.
Pero no todas las esculturas sin cabeza fueron producto de este castigo. Los romanos también construían estatuas con cabezas removibles para facilitar la representación de nuevos gobernantes. Cuando un emperador caía y era reemplazado, en lugar de esculpir una nueva estatua, simplemente intercambiaban la cabeza, ahorrando tiempo y recursos, y reflejando el cambio de poder.
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Decapitación «moderna» de las estatuas romanas
La decapitación de estatuas romanas no siempre fue consecuencia de la historia antigua. En tiempos más recientes, contrabandistas y vendedores de arte han recurrido a esta práctica para hacer más rentable su negocio. Al retirar la cabeza de los cuerpos, venden ambas partes por separado, aumentando su valor en el mercado de antigüedades. Este comercio ha perpetuado la imagen de estatuas sin cabeza, contribuyendo a su persistencia en la actualidad.
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