Los celtas no entendían el tiempo como una línea finita. Por el contrario, en su entendimiento del Universo, se consideraba como un proceso cíclico infinito. Otras tradiciones espirituales paganas compartían esta manera de entender la realidad, los fenómenos astronómicos y el cambio de estaciones. Por ello, dividieron el año en un mismo calendario sagrado, conocido como la Rueda del Año.
Aquí te explicamos de dónde viene, qué mito lo sustenta a nivel simbólico y cómo se ha transformado a lo largo del tiempo.
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Antes que nada, habría que entender que las celebraciones en torno a la Rueda del Año se han honrado desde mucho antes de la llegada del cristianismo a Gran Bretaña. Muchas de ellas se han rastreado, incluso, a la construcción y auge de las magníficas estructuras megalíticas en toda la Isla.
Desde entonces, los solsticios, temporadas de cosecha y cambios de estación son motivo de culto y fiesta para quienes siguen las tradiciones paganas. Por ello, la Rueda del Año se dividió en ocho días sacros, o sabbats, que describimos a continuación:
La fiesta de Yule congrega a la comunidad para celebrar el solsticio de inverno. Se lleva a cabo en el día más corto del año, que coincide siempre con el 21 de diciembre. Las tradiciones paganas simbolizan esta festividad como un ‘Niño Sol’, que ha de madurar para vencer la oscuridad de los meses invernales más crudos.
Uno de los sitios más queridos para festejar Yule es Newhenge, en Irlanda: una construcción megalítica donde se honra a los reyes celtas. Al Niño Sol se le representa como el astro que, al nacer, inunda con su luz la cámara interna del monumento. Ése es el momento cúspide de la primera celebración pagana del año.
Imbolc invoca la llegada de la primavera. Después de meses cuajados de nieve y escasez, éste es el primer sabbat del fuego, como lo describe World History Encyclopedia. Aunque en la actualidad se ha perdido registro de su raíz etimológica original, se asume que viene del celta ‘en el vientre’. Esta expresión hace alusión al renacer fértil de la tierra y sus frutos.
En los primeros días de febrero, los paganos festejan la manera en la que el ‘Niño Promesa’ arroja su luz al año que comienza. Como la tierra empieza a despertar, las tradiciones celtas asociaban el florecer natural del cambio de estación con una energía renovada a nivel espiritual. Por ello, los festejos de Imbolc están dirigidos a Brigid, la diosa creadora de la poesía, la agricultura y la sanción.
En Ostara, los celtas y los demás pueblos paganos festejaban el inicio de la primavera en toda su gloria. Por ello, coincide con los días del equinoccio en marzo. Las festividades se dirigen a la diosa que lleva el mismo nombre, y se celebra el día 21 del mes: justamente cuando hay la misma cantidad de luz y oscuridad a lo largo del día.
Para las tradiciones paganas, era en estos días que el Dios Padre y la Diosa Madre se unían para procrear al Niño Promesa. Por ello, aún hoy las personas se regocijan por su concepción durante el equinoccio, y visten sus casas con símbolos de fertilidad. De hecho, la tradición cristiana de pintar huevos en las Pascuas se ha rastreado a esta celebración pagana. En la simbología celta, se asociaban con este nuevo renacer.
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El segundo de los festejos del fuego es Beltane, que da fin al mes de abril e inaugura mayo. En la tradición celta, se considera la festividad contraria a Samhain, ya que marca el inicio del verano. Según History, etimológicamente se traduce como ‘fuego brillante’, y está dirigida a la deidad Bel.
Como la época más cálida del año, la cuarta festividad de la Rueda del Año conmemora la proliferación de la flora y fauna. Siguiendo el ciclo simbólico, en este periodo el Dios y la Diosa están en una etapa madura de creación, en la que transitan de la lujuria al compromiso. Por lo cual, se acostumbra decorar el hogar con flores de mayo y animales típicos que se ven en la época.
La celebración pagana se regocija de que el Sol llegó a su punto más alto en la bóveda celeste. Simbólicamente, el Dios se convierte en el rey solar hacia el final de su juventud. Todavía tiene energía para correr a través del verdor del bosque, con algo de la vitalidad de sus años mozos. Sin embargo, se acerca a la recta final para sus últimos momentos de vida.
Algunos druidas contemporáneos conocen al solsticio de verano como Alban Heruin, que se traduce como ‘luz de orilla’. Stonehenge, la mítica estructura megalítica al sur de Gran Bretaña, sirve como escenario para las representaciones sagradas de esta fecha en la época estival. Otras representaciones similares, con piras sagradas, se llevan a cabo en los países nórdicos.
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También conocido como ‘Lammas’, Lughnasadh es el penúltimo de los sabbats de fuego. La palabra se traduce de la palabra anglosajona que significa «masa de pan», y coincide con el primer día de agosto.
En la mitología pagana, el Dios se sacrifica a sí mismo frente a la Diosa. Ella lo atraviesa con su hoz, y derrama su sangre sobre la tierra para garantizar cosechas abundantes en lo que resta del año.
Una vez que esto sucede, el Dios se transforma: pasa de ser el Señor de la Luz al Señor de la Muerte. Así se explicaban los antiguos paganos que la última mitad del año fuera más oscura, fría y poco fértil. Aún hoy, se conserva la tradición de hacer muñecos de maíz y hornear pan con la forma del dios renovado.
Cada año, hacia los últimos días de septiembre, las personas adeptas a las tradiciones paganas se reúnen en torno a una mesa atestada de comida. Después de una temporada de cosechas buena, están listos para compartir los frutos de la tierra con la comunidad. Desde hace más de 3 siglos, a lo largo de una semana, a este evento se le conoce como ‘Mabon’: la fiesta del equinoccio de otoño para los Wiccan.
Para los Wiccan, el festejo de Mabon «reconoce la necesidad de compartir los frutos de la Tierra en los próximos meses de invierno», cuando generalmente hay escasez de alimentos. Además, es la antesala del mítico Samhain: la última y más importante fiesta pagana de la Rueda del Año.
Durante las noches, laépoca del año en la que empieza a hacer frío. Así también, los espectros y habitantes de las sombras recobran la escena nocturna. En la Antigüedad, los celtas aprovechaban la bonanza que traía esta temporada para conmemorar a sus muertos. Para ellos, la división entre el mundo espiritual y el terreno era mínima. Por ello, año con año se congregaban durante Samhain: la fiesta de cosecha para recordar a los difuntos, mientras los vivos disfrutaban de comida, alcohol y danza.
Más aún, las tribus celtas consideraban que ésta era la más significativa de las 4 celebraciones del festival del fuego. Como ocurre entre el equinoccio de otoño y el solsticio de invierno, era mucho más probable que los espectros de otro mundo pudieran reunirse con sus familias en la Tierra. Por ello, los vivos sentían que era más propicio y fácil honrar a los espíritus el 31 de octubre de cada año.
Ésta es la fiesta que da fin a la Rueda del Año que siguen las tradiciones paganas. Es la última de las fiestas sagradas que los celtas y otros caminos espirituales antiguos celebraban para agradecer por la cosecha que, en los meses de invierno, tendría que rendir hasta el florecer de la primavera. Con el tiempo, este festejo evolucionó para convertirse en Halloween.
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