Los egipcios no desarrollaron complejos procesos de momificación para preservar los cuerpos de sus difuntos: en realidad, los querían conducir a la divinidad.
Existe la idea errónea de que los egipcios aplicaban técnicas complejas de momificación a sus difuntos sólo para preservar sus cuerpos. Esta concepción nace del hecho de que las momias de esta civilización son algunas de las que se han conservado mejor a lo largo del tiempo, a pesar de las inclemencias del desierto.
Sin embargo, éste es sólo un arista del complejo sistema de creencias que sostiene a los rituales de momificación en el antiguo Egipto. Aquí te explicamos porqué.
¿Qué es la momificación y cuándo comenzó?
Los egipcios no fueron los primeros en desarrollar procesos de momificación efectivos. Por el contrario, algunos cuerpos prehistóricos se conservan perfectamente, como consecuencia del entorno natural en donde fueron sepultados. El mejor ejemplo son las momias chinchorro, cuyas pieles y órganos se han preservado desde el año 5050 a.C. en el Desierto de Atacama.
En este caso, los cuerpos se conservaron por la salinidad del desierto en Chile. Sin embargo, las momias egipcias sí tenían un ritual específico, con simbologías complejas y hechizos que garantizaban que el alma de las personas alcanzara el Juicio de Osiris, la versión egipcia del ‘juicio final’:
«Para los antiguos egipcios, el alma se manifestaba en dos esencias. La primera era el Ka, o ‘la fuerza vital‘», documenta . «Como parte del principio universal, esta energía acompañaba a los seres humanos en su paso hasta alcanzar el Juicio de Osiris: la prueba final en la que los dioses determinaban si la persona había tenido un corazón puro en su paso por la Tierra».
El viaje empezaba con la partida del espíritu de este mundo, simbolizada como un ave emprendiendo el vuelo. La travesía, sin embargo, no era sencilla. Para los egipcios, el más allá estaba repleto de trampas y obstáculos que el alma debería de sortear para llegar al Juicio de Osiris, en el que se determinaba si su corazón era más liviano que Maat, la diosa de la justicia.
Osiris pondría el corazón de la persona en una balanza, contra el peso ínfimo de la diosa en forma de pluma. Si la persona había llevado una vida con rectitud, su alma se integraría al Universo. De lo contrario, el corazón serviría como alimento para Libro de los Muertos.
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Una guía en el camino a la divinidad
Con todo lo anterior, sería simplista pensar en que los egipcios desarrollaron procesos de momificación tan complejos sólo para preservar el cuerpo de sus difuntos. Por el contrario, arqueólogos de la Universidad de Manchester aseguran que estos procedimientos eran «una manera de guiar a sus muertos hacia la divinidad«.
Para momificar los restos de una persona, los egipcios iniciaban un ritual que podía durar semanas enteras. Además de extraer los órganos vitales, se ponían las vísceras en vasijas específicas, como una ofrenda a los 4 hijos de Horus. Todo este procedimiento se llevaba a cabo para garantizar que el alma del difunto pudiera trascender el plano físico, para finalmente liberarse de las ataduras terrenales.
Sin importar el estrato social o la condición económica del difunto, los egipcios consideraban que estos rituales eran necesarios. Por ello, desde los plebeyos hasta los faraones fueron momificados en su momento, con la pompa y lujo que podían permitirse. Por ello, incluso, el rito de momificación era increíblemente personalizado: la máscara mortuoria pretendía representar fielmente al difunto, y cada quién tenía su propio Libro de los Muertos.
Visto así, este ritual era increíblemente íntimo. Además de ser un espacio de despedida para sus seres queridos —sus familiares, amigos e incluso animales de compañía—, también era la manera de guiarles a la divinidad. Reducirlo a un método de preservación de los restos orgánicos, por tanto, podría caer en el reduccionismo.
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