La Coyolxauhqui es aquella que, adornada con cascabeles, veló por la bóveda celeste por las noches durante el esplendor del Imperio Mexica. Ésta es su historia.
Durante siglos, la Coyolxauhqui se quedó enterrada bajo las ruinas del Templo Mayor. Antaño el Huey Teocalli (o centro ceremonial) de la capital más poderosa de Mesoamérica, tras la invasión española quedó sepultada bajo los cimientos de las nuevas construcciones cristianas.
Grabada en gran relieve sobre un monolito circular, los sacerdotes mexicas la veneraron por generaciones: gracias a ella, los dioses en el firmamento se mantenían a raya. Sin embargo, este sepulcro de piedra y huesos no sería perpetuo. Y menos aún para la diosa que se enfrentó al dios patrono de los mexicas, Huitzilopochtli. Ésta es su historia.
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Un duelo entre hermanos: ¿qué narra el mito de la Coyolxauhqui?
La diosa de la luna de los mexicas nació como una lidereza celestial. Como hija de Coatlicue, la diosa de la fertilidad con la falda de serpientes, encabezó a la hueste de dioses que nacieron de su seno. En total, su madre tuvo otros 400 hijos, a los que se les conoce como Centzon Huitznáhuac.
Fue así como los mexicas explicaban la multitud de estrellas que se enfilan en el firmamento todas las noches. La Coyolxauhqui se erigió como la lidereza de todos ellos. Por ello, también, logró organizar a toda la hueste celestial para asesinar a su propia madre, según dice el mito.
Cuando Coatlicue quedó embarazada de Hutizilopochtli, el dios de la guerra en el panteón mexica, despertó la indignación de los dioses entre las estrellas. Bajo el liderazgo de Coyolxauhqui, consideraron esta concepción como deshonrosa. Desde ese momento, la diosa tuvo una rivalidad innata con su hermano menor.
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Aquella a quien decapitó el Dios de la Guerra
Huitzilopochtli no iba a permitir que su madre muriera en manos de su hermana mayor. Por ello, minutos después de nacer, la enfrentó con toda su furia. El colibrí zurdo —como se le decía al dios de la guerra— nació completamente armado, listo para el enfrentamiento con la lidereza del Centzon Huitznáhuac.
En la batalla, Huitzilopochtli salió victorioso. Sometió a sus 400 hermanos y la decapitó a Coyolxauhqui. Una vez muerta, pateó su cabeza a las alturas y aventó el resto de su cadáver hacia abajo del Monto de las Serpientes. Fue así como la luna empezó a brillar en su fulgor pálido. Por ello, para los mexicas ella es la diosa lunar:
«El dios de la guerra se salió con la suya decapitando y comiendo el corazón de Coyolxauhqui», documenta World History Encyclopedia, «tras lo cual condujo a los aztecas a su nuevo hogar.»
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¿Dónde está el monolito actualmente?
El monolito de la Coyolxauhqui se encontró en la base del Templo Mayor. Específicamente, del lado dedicado a su hermano, Huitzilopochtli. De esta manera, antes de subir a la capilla principal templo, en la cima de la construcción, los sacerdotes forzosamente tendrían que pasar frente al relieve circular de la diosa.
El hallazgo se realizó a finales de la década de los 70, y causó una conmoción internacional. Con 320 centímetros de diámetro, y en forma de escudo, simula la forma de la luna llena. En esta pieza, se representa a la diosa descuartizada, con las extremidades y la cabeza separados del cuerpo.
Este cuerpo es una especie de ‘mapa sacrificial’ que los sacerdotes mexicas usaban para sus propios sacrificios humanos. Cada ritual, además, aludía a la historia de victoria de Huitzilopochtli sobre la Coyolxauhqui:
- Se extraían los corazones de los guerreros.
- Se decapitaban y descuartizaban.
- Los cadáveres restantes se aventaban desde la cima del Templo Mayor.
Muchos de ellos quedaban a los pies de la diosa de la luna, también descuartizada, que miraba el ritual a los pies del Huey Teocalli. Las escalinatas fueron escenario misma historia de derrota, repetida en innumerables ocasiones. Hoy, el monolito se exhibe en el Museo del Templo Mayor.
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