Máscaras, pectorales, aretes y cientos de piezas de cerámica fueron encontrados en ofrendas fastuosas al interior del Templo Mayor, en la Ciudad de México.
Más de 2 mil 500 piezas de madera han sido restauradas después de siglos de permanecer sumergidas bajo el agua. Todas ellas, de acuerdo con los arqueólogos mexicanos a cargo del proyecto de recuperación, pertenecieron a las ofrendas fastuosas al interior del Templo Mayor, el huey-teocalli más importante de Tenochtitlan.
Según informó el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México (INAH), estas piezas podrían tener más de 500 años de antigüedad. De acuerdo con los arqueólogos involucrados en la investigación, es posible que las piezas encontradas formaran parte de los rituales que realizaban los sacerdotes para conseguir el favor de los dioses en el panteón mexica.
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Antes de los 8 presagios funesto
Se dice que, antes de la llegada de los conquistadores peninsulares, Moctezuma recibió 8 señales funestas. En su momento, se tomaron como malos presagios que anunciaban la caída del Imperio Mexica. Después de siglos de dominar la meseta central de México, Tenochtitlan sucumbiría ante las fuerzas de los tlaxcaltecas, aliadas a los invasores europeos.
Antes de aquel día funesto, el Templo Mayor fue el punto máximo de adoración para el imperio. Con 45 metros de alto, es una de las edificaciones cultuales icónicas de la cultura mexica, adonde fueron dirigidas cientos de miles de plegarias en la era precolombina. Así también, se consolidó como un punto neurálgico de poder político.
Por ello, durante décadas se han encontrado vestigios arqueológicos de aquella grandeza imperial. El ‘tesoro’ descubierto recientemente consiste de 2 mil 550 piezas de madera, utilizadas durante algún ritual funerario o sagrado durante el auge de México-Tenochtitlan. Según los investigadores, muchas de ellas llegaron a la actualidad por poca cantidad de oxígeno y de luz con los que interactuaron durante siglos.
Piezas vulnerables, pero resistentes
A pesar de que las piezas encontradas en las ofrendas del Templo Mayor están hechas de un material orgánico —como lo es la madera—, susceptible al deterioro rápido, al equipo de conservación le sorprendió que han resistido las inclemencias del tiempo. Son contados los ejemplos que han sobrevivido durante tantos siglos.
Al respecto, el director del Proyecto Templo Mayor, Leonardo López Luján, explica lo verdaderamente difícil que es encontrar piezas hechas de madera con tantos años de antigüedad:
“[…] una vez nos trajeron una máscara de madera donde estaban los laboratorios del INAH; aquí en Moneda, en el Centro Histórico. Llegó la máscara, en los años 60, y a las pocas horas se hizo polvo. Se había deshecho. En aquella época no teníamos la capacidad ni el conocimiento para cuidar de estos objetos que son tan vulnerables. No podíamos conservarlos años, apenas unos días”, explica el especialista en una entrevista con El País.
En la actualidad, el panorama es completamente distinto. Desde 2002, se cuenta con técnicas de conservación y restauración poco invasivas con estos materiales. En ocasiones anteriores, han demostrado ser confiables y efectivas para preservar piezas tan antiguas. Las restauradoras María Barajas Rocha y Adriana Sanromán Peyrón, liderezas del proyecto, trabajarán con azúcares sintéticos, que no dañan la estructura orgánica de la madera.
Esta misma metodología se empleará en los dardos, lanzadardos, pectorales, pendientes, máscaras, ornamentos, orejeras, cetros, jarras, tocados y representaciones en hueso encontradas en las ofrendas del Templo Mayor. A pesar de que, en palabras de Luján, llegaron en un estado similar al «chicharrón en salsa verde», se espera que puedan recuperar algo de su fulgor ancestral.
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