La prensa del México revolucionario apodó a Emiliano Zapata el «Atila del Sur», comparándolo con el caudillo de los hunos, famoso por su crueldad.
La Revolución Mexicana estalló desde varios frentes, cada uno con sus propios ideales. Francisco I. Madero dio inicio a la lucha con el Plan de San Luis, llamando al levantamiento contra el régimen de Porfirio Díaz. Pancho Villa lideró la División del Norte, buscando reformas sociales y económicas, y desde Morelos, el Ejército Libertador del Sur defendió los derechos agrarios al mando de Emiliano Zapata, quien se convirtió en símbolo de la lucha y resistencia campesina.
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Quién fue Emiliano Zapata antes de la revolución
Emiliano Zapata provenía de una familia campesina de Anenecuilco, Morelos, una región agrícola donde las tierras eran vitales para la supervivencia de la población. Desde pequeño experimentó las condiciones de vida en el campo y las desigualdades que sufrían los campesinos bajo el régimen del dictador Porfirio Díaz. Los agricultores, en su mayoría indígenas, vivían explotados y con escaso acceso a la tierra, en manos de grandes hacendados.
Como líder natural, Zapata comenzó a organizar a su gente, campesinos, artesanos, jornaleros y profesionistas que compartieron sus ideales de lucha. El ejército zapatista, como fue conocido, se diseminó por todo el estado de Morelos en “guerrillas”, entraban en acción cuando eran requeridos y se desmovilizaban en época de zafra o de cosecha.
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La lucha por la tierra y la libertad
Con el estallido de la Revolución Mexicana en 1910, Emiliano Zapata se unió al movimiento revolucionario y pronto se convirtió en líder del Ejército Libertador del Sur, una fuerza campesina en crecimiento. El morelense se alió con figuras como Francisco I. Madero para derrocar al dictador. Sin embargo, cuando Madero asumió el poder, consideró que las promesas de justicia social y el reparto de tierras no se cumplían.
Decepcionado, redactó el Plan de Ayala, un documento en el que exigía una verdadera reforma agraria y justicia para los campesinos. Esta propuesta contrastaba con otros ideales revolucionarios, ya que priorizaba las necesidades de los agricultores y no la centralización del poder. El plan se convirtió en su estándar de lucha y le otorgó un papel central en la revolución, especialmente en el sur del país, desde donde se clamaba Tierra y Libertad.
La prensa mexicana, influenciada por los terratenientes que veían a Emiliano Zapata como una amenaza, calificaron a los zapatistas como un grupo de «bandoleros» y «rebeldes» peligrosos, demonizando la lucha revolucionaria. Sin embargo, entre el pueblo campesino, Emiliano Zapata era un héroe y un mártir, un hombre dispuesto a dar su vida por una causa justa.
En ese período, surgió el sobrenombre de «Caudillo del Sur», utilizado de manera despectiva, junto con el apodo «Atila del Sur», que comparaba al líder campesino con el célebre huno, conocido por su crueldad. Según un artículo del INEHRM, el periódico El Imparcial le atribuía frases como: “No reconozco más gobierno que el de mis pistolas”, reforzando así una imagen de violencia y rebeldía.
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La muerte del Caudillo del Sur
“Prefiero morir de pie que vivir de rodillas”, fue una de los ideales que Emiliano Zapata acuñó en su lucha por los derechos agrarios hasta el día de su muerte. En 1919, fue traicionado y asesinado en una emboscada en Chinameca, Morelos, a manos del ejército del entonces presidente Venustiano Carranza. Su muerte sacudió a su ejército, pero no apagó su legado. Con el tiempo, sus demandas influyeron en reformas agrarias posteriores, materializando parcialmente sus exigencias.
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