Después de milenios de ser faraón, la momia Ramsés I terminó en un pequeño museo de Ontario, en Canadá. Así fue como regresó a Egipto.
Tuvieron que pasar 130 años antes de que las autoridades egipcias se dieran cuenta de que una momia exhibida en un museo pequeño de Ontario, al centro de Canadá, pertenecía realmente al faraón Ramsés I. Como parte del acervo permanente de la institución, permaneció mal clasificada por más de un siglo —hasta 2001.
La confusión nació de un simple error de clasificación, que se convirtió en motivo de conmoción internacional con la llegada del nuevo milenio.
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Sin estar destinado a ser faraón
Sin saberlo, un explorador italiano del siglo XIX empezó un conflicto internacional. Después de una larga trayectoria como investigador en Egipto, se adentró en las profundidades del Valle de los Reyes. En las cercanías del actual poblado de Deir el-Medina, fue el espacio destinado para sepultar a la élite política del Imperio por dinastías completas.
Giovanni Battista Belzoni tenía la convicción de que encontraría más evidencia sobre las formas de vida e idiosincracia del Antiguo Egipto. A sabiendas de que muchas de las tumbas habían sido saqueadas casi por completo, el investigador quiso recuperar en 1817 cualquier vestigio que le proporcionara información sobre la cultura antigua.
Por esta razón, documenta la historiadora Carme Mayans para National Geographic Historia, la encontró prácticamente vacía:
«[…] el enorme sarcófago de granito rojo que presidía la cámara funeraria no contenía los restos del soberano para quien fue excavada la tumba, que resultó ser Ramsés I, el fundador de la dinastía XIX».
A pesar de haber nacido en el seno de un linaje de militares de élite, originalmente Ramsés I no estaba destinado a ser faraón. Aún así, forjó una carrera política que le permitió convertirse en visir de Egipto, una especie de consejero de la realeza en el imperio.
Por sus relaciones con los faraones y cercanía con la nobleza, Ramsés I heredó el puesto del monarca en curso, ya que no había logrado tener hijos varones. Sin embargo, su reinado no fue my largo. Por el contrario, ostentó el puesto durante sólo 16 meses.
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Una peregrinación forzada
Como el reinado de Ramsés I no fue muy largo, apenas hubo tiempo para diseñarle un sarcófago digno de un faraón. A comparación de otros dirigentes políticos en Egipto, su tumba podría pasar desapercibida por pequeña y poco adornada. Aunque se asume que, en su momento, recibió una ceremonia digna de su rango político, queda poca evidencia al respecto.
Entre que el espacio fue saqueado, y que quedó una sepultura discreta, los arqueólogos contemporáneos deducen que los restos encontrados ahí le pertenecen por el contexto que les rodea. En primer lugar, la sepultura de su hijo, Seti, se encontró muy cerca de los suya. Y lo que es más: el recinto funerario de su predecesor tiene los mismos trazos decorativos que el sarcófagode Ramsés I, lo que sugiere que incluso fue fabricada por los mismos artesanos, explica Mayans.
Belzoni encontró éstas y otras tumbas similares, pertenecientes a otros dirigentes políticos del Antiguo Egipto. Sin embargo, no encontró ninguna momia al interior de ellas. Ni siquiera la de Ramsés I, a pesar de tener un sarcófago discreto. Esto es así porque, para evitar los saqueos de estos espacios mortuorios, las autoridades en Egipto decidieron mover los restos de sus antiguos gobernantes a lugares ‘más seguros’.
En una especie de peregrinación forzada, los restos de los faraones fueron transportados de sitio en sitio. Décadas más tarde, el Servicio de Antigüedades de Egipto intentó recuperar estos y otros tesoros perdidos de aquella época dorada. Aunque algunas momias fueron recuperadas, no fue el caso de Ramsés I.
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Víctima del tráfico de cadáveres
Nadie, ni siquiera el Servicio de Antigüedades de Egipto, conocía con exactitud el paradero de la momia de Ramsés I. Un halo de misterio rodeó al caso del faraón perdido durante décadas. Resultó ser que, milenios después de su muerte, había sido víctima del tráfico ilegal de cadáveres.
Los restos del faraón de la Dinastía XIX fueron usurpados por los Abd el Rasul, una familia de saqueadores de tumbas egipcias que hizo un negocio multimillonario con ellas. Toda la ‘mercancía’ se vendía en el mercado negro de Luxor, en Egipto, para el mejor postor:
«En 1871, los Abd el Rasul, a través del tratante turco Mustafá Ana Ayat, vendieron una momia muy bien conservada al doctor James Douglas, que a su vez la vendió al Museo Niagara Falls, en Ontario», documenta Mayans.
A partir de entonces, la momia de Ramsés I estuvo exhibida en Canadá, a cientos de kilómetros de su recinto de descanso perpetuo original en Egipto. En la actualidad, el museo canadiense reconoce este acontecimiento como parte de su acervo histórico.«Ramses I había sido traído por un intrépido grupo de canadienses que visitaron el Nilo en la década de 1860», confirman medios locales.
En quiebra
En 1991, el museo de Ontario quebró. Sólo entonces, se hizo un recuento de los elementos que tenían en su acervo. A partir de una tomografía que se le hizo a la momia de Ramsés I, se confirmó que, efectivamente, el cadáver le pertenecía al faraón egipcio. Más que nada, porque el cuerpo había sido tratado con ‘elaboradas técnicas de momificación’, según determinó el Departamento de Radiología del Hospital Emory, en Canadá.
Fue entonces que Egipto pidió la repatriación inmediata de los restos del faraón de la Dinastía XIX. Algunos egiptólogos mostraron sus reservas ante los restos, porque les parecía increíble que el cadáver de una figura histórica de esa envergadura sencillamente hubiera sido dejado a su suerte durante más de 100 años.
Sin embargo, a partir de los restos mortales de Ramsés I, lo más probable es que los resultados venidos de Canadá sean fidedignos. En 2003, el faraón perdido del otro lado del mar volvió a su tierra natal con toda la pompa y lujo que le hubiera correspondido en su momento de mayor esplendor. Hoy, descansa en una sala especial dedicada para él, el Museo de Luxor.
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