Lenguaje, comida, y una variedad de costumbres son algunas similitudes que comparten México y Emiratos Árabes Unidos. Aquí te contamos porqué.
Quienes tenemos parientes que han crecido fuera de nuestro entorno inmediato, ya sea en otro estado o país, hemos experimentado reencuentros un tanto complejos. Es decir, sabemos que son nuestros parientes, pero visten distinto. Tal vez tienen acento al hablar español, algunos de sus hábitos son diferentes y sus gustos se han adaptado a otro entorno, así que al principio se pueden sentir como extraños. Pero, con el paso de los días, uno reconoce los valores comunes, las afinidades en la cocina, la música y el gusto compartido por ciertas cosas; es ahí cuando los familiares resurgen.
Lo mismo pasa con la cultura árabe, una herencia con la que los mexicanos tenemos más en común de lo que parece. Pero, ¿en qué se puede relacionar un país como los Emiratos Árabes Unidos, en la punta de la bota de la península Arábiga, con otro a la mitad de América? Pues en mucho: el Califato omeya, o si se prefiere la ubicación geográfica, Andalucía (Al-Ándalus, en su idioma original), Córdoba, para mayor precisión.
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Un poco de contexto
Tras la muerte de Mahoma, el Islam se dividió en dos dinastías: los selyúcidas y los omeyas. Estos últimos tuvieron control de un imperio de 11 millones de kilómetros cuadrados que iba del norte de India, pasaba por toda la península Arábiga –donde hoy se asienta Emiratos Árabes Unidos– y llegaba hasta el sur de Francia. A pesar de sus divisiones y guerras internas, el califato perduró en España unos 800 años, casi tres veces lo que duró la Colonia en México. Y Córdoba fue su capital.
Es fácil imaginar la huella que dejaron en España 8 siglos de coexistencia, si tomamos en cuenta lo que dejó la colonización española en América en tres. De hecho, algunos investigadores estiman que la lengua castellana tiene más vocablos de origen árabe que latino (unos 4 mil, lo cual no es poco si se considera que un hablante con un nivel medio de educación usa 2 mil).
Para ilustrar este mestizaje cultural no citaré las palabras más comunes, sino una que muestra la profundidad de dichas raíces: guitarra proviene del árabe gitara, que a su vez proviene del griego cítara.
Tras la caída del Imperio romano de Occidente, mientras Europa se hundía en un letargo medieval de fanatismo religioso y analfabetismo rampantes, los árabes –y particularmente los omeyas– se apropiaban del refinamiento persa y los textos de los clásicos para devolverlos a través de la Escuela de Traductores de Toledo.
Aristóteles regresó a Occidente gracias a filósofos como Avicena y Averroes, y este último radicaba nada más y nada menos que en Sevilla.
Esta impronta cultural pasó a América con la Conquista. Pensemos: ¿hay algo más mexicano que Guadalajara? Resulta que los españoles replicaron un topónimo de la península, aunque la palabra viene de wad-al-idjara (río de piedras o que corre entre piedras). Y así, sin saberlo, la tierra del mariachi tiene nombre árabe.
¿La virgen de Guadalupe? Fluyen ríos de tinta sobre si la etimología corresponde a wad-al luben (río escondido) o wad-al lúp (río de lobos), una forma sincrética del árabe wad-al con lupus o lubb de origen latino. Sin importar cuál de las versiones resulte vencedora, la Virgen de América lleva la impronta omeya. ¿El rebozo? Por lo general se acepta que deriva de una prenda similar llamada almaizar. Nunca tuvimos idea de cuánto heredamos de la cultura árabe porque llegó a nosotros a través de España, y la considerábamos como propia de esa nación.
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Influencia directa
Tras la conquista de América habrían de pasar cerca de cinco siglos para que México, ya como nación independiente, estableciera contacto directo con el mundo árabe. Hacia finales del siglo XIX y principios del XX, comenzó la migración árabe a nuestro país, principalmente compuesta por cristianos que no se la estaban pasando del todo bien bajo el dominio otomano, en un territorio que también había formado parte del Imperio omeya. México, una vez más, recibía sus parientes en problemas.
Esta, como cualquier otra migración, dejó su huella: transformó gustos, modificó comportamientos, y lo más importante, acercó culturas. Las similitudes entre México y Emiratos Árabes Unidos se hicieron más evidentes. El horizonte gastronómico mexicano se amplió y el mestizaje culinario hizo lo propio: aparecieron los ahora indiscutiblemente mexicanos tacos al pastor como un maridaje entre el kebab de cordero y los ingredientes disponibles en nuestra región, se implementaron los pagos en abonos y floreció el mercado de textiles.
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El legado: las similitudes entre México y Emiratos Árabes Unidos hoy
México se ha distinguido por dar asilo a extranjeros en problemas, lo que ha formado una nación cuya mayor fuente de identidad está en el sincretismo. Por su parte, Emiratos Árabes Unidos se ha posicionado como un país joven y multiétnico –ha recibido iranís, indios, libaneses, paquistaníes y gente de occidente, por mencionar algunos–, con un respeto por la libertad de credo ejemplar.
De hecho, fue anfitrión para la firma del Documento sobre la Fraternidad Humana por la Paz Mundial y la Convivencia Común, también conocido como la Declaración de Abu Dabi, un acuerdo sin precedentes entre el papa Francisco y el gran imán de Al-Azhar –máxima autoridad del islam suní– en el que católicos, musulmanes y judíos se comprometen a velar por cualquier persona sin importar su religión.
No sería arriesgado pensar que algo tuvieron que ver nuestros antepasados omeyas en la creación de un imperio tolerante y multicultural. Más allá de una innegable herencia común, en los dos países existen valores como la tolerancia religiosa, el respeto por las formas distintas de pensar, la convivencia entre culturas y el mestizaje derivado de ello, que no son coincidencias menores cuando empezamos a reconocernos como naciones.
Puede ser que al principio nos miremos con extrañeza, que nuestras formas de vestir difieran y nuestras lenguas nos resulten incomprensibles, pero si los antepasados omeyas nos heredaron algo a ambos, serán otros espacios como la historia, la gastronomía, e incluso cuando aparezca una guitarra, lo que al final nos permita reconocernos como parientes que han vivido lejos durante siglos. No sé ustedes, pero yo muero de curiosidad por saber qué ha sido de esos primos de tierras lejanas.
Este texto es de la autoría de Luis Ernesto Nava, editor de cierre de National Geographic en Español. También realiza reportajes y documentales que abordan la vida silvestre y problemáticas como la migración.
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