Al crecer, nos damos cuenta que la historia que se nos cuenta en la primaria es — cuanto menos — idílica: un joven navegante, con la noble intención de facilitar el comercio, es apoyado por los reyes católicos con el único — pero al parecer más que suficiente — respaldo de la fe. Zarpa y, en poco tiempo, es llevado a tierra por gracia divina.
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La vida en altamar solía ser una de las más inclementes del Mundo Antiguo y definitivamente el viaje al Nuevo Mundo no fue un «paseo por el parque». Al no existir ninguna certeza de que se regresaría con bienestar, este capítulo de la historia fue protagonizado, en gran parte, por criminales, malvivientes y toda clase de indeseables. Después de todo, la ruta era una nunca antes realizada; ni siquiera se sabía con seguridad si estarían acercándose al destino. En gran medida, esto explica las brutalidades realizadas durante el primer contacto y los posteriores abusos sistemáticos consolidados durante la Conquista. Pero aún se mantiene una gran pregunta.
¿Por qué estos «hombres duros, valientes y rudos» fueron arrastrados hacia la locura, casi al punto de amotinarse y abandonar la misión?
Aunque las condiciones climáticas del viaje fueron — en su mayoría — favorables, quedó registro de varias instancias en las que «llovió toda la noche», así como de vientos que alternaban dirección y brújulas que se comportaban de manera errática.
Ahora sabemos que, probablemente, las embarcaciones se hallaban cruzando el «triángulo de las Bermudas» que, si bien es claro que no tiene propiedades sobrenaturales, sí es conocida como una zona de abundante actividad ciclónica. Esto pudo contribuir a la impaciencia de la tripulación.
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La dieta y estilo de vida de un marinero medieval dejaba mucho qué desear, desde nuestros estándares modernos. Estos son solo algunos de los diagnósticos que muy probablemente podían hallarse en ‘La Niña’, ‘La Pinta’ y ‘La Santa María’.
Según la propia bitácora de Cristóbal Colón, al atardecer del 15 de septiembre, más de un mes después de adentrarse en el mar, la tripulación vio algo sorprendente.
Vieron caer de los cielos un maravilloso ramo de fuego en la mar.
Esto probablemente fue un bólido o algún otro tipo de meteoro. Considerando la casi inexistente contaminación lumínica del lugar, no es raro suponer que hayan observado muchos fenómenos astronómicos con los que no estamos familiarizados; pero tampoco es descabellado que esto pudiera sugestionar a los menos escépticos.
La noche antes de tocar tierra avistaron una luz muy tenue en el horizonte.
Era como una candelilla de cera que se alzaba y levantaba, lo cual a pocos pareciera ser indicio de tierra
No todos fueron capaces de percibirlo, por lo que fueron necesarios varios marineros para intentar determinar qué era esta extraña luz que parecía moverse.
Ahora, la teoría más popular es que se trataba de una población de Odontosyllis enopla: un pequeño gusano bioluminiscente que, en temporada de apareamiento, emergen del mar para revolotear en círculos cerca de la superficie.
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Los eventos bizarros no se detuvieron al tocar tierra, pues el 9 de enero, pocos días antes de partir de regreso, se registró un supuesto «avistamiento de sirenas».
El día pasado, cuando el Almirante iba al Río de Oro, dijo que vido (visto) tres serenas (sirenas) que salieron bien alto de la mar, pero no eran tan hermosas como las pintan, que en alguna manera tenían forma de hombre en la cara.
Aunque nos resulta bastante sencillo determinar que este fue un encuentro con algún otro animal (casi siempre interpretado como un encuentro con manatíes), es seguro asumir que el relato no fue recibido con escepticismo. Ser parte de la tripulación y escuchar correr el rumor de «sirenas acechándonos» no debió ser algo relajante al volver a levar anclas.
Vale la pena recalcar que las consecuencias de este «encuentro de los mundos» fueron, en su mayoría, funestas. Pero no puede pasar sin más, sin al menos algún ligero reconocimiento, que un grupo de «valientes» haya resistido más de dos meses en altamar, sin concretar un motín a pesar de tener fuerzas naturales y sobrenaturales en contra. Y sin evidencia confiable de que el viaje fuera a terminan en algún futuro cercano.
Este texto fue escrito por Isaí Vilches, ingeniero especializado en metodología de la investigación y redacción científica.
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