La dinastía de reyes en Tamarindito no tenía súbditos. Por lo cual, optaron por ‘atraer’ a sus seguidores durante décadas para legitimar su poder.
Tamarindito es un yacimiento arqueológico al interior de Petén, la majestuosa ciudad maya en la frontera de México con Guatemala. Hacia el año 400, alcanzó un poderío al que pocas urbes antiguas tenían acceso: se convirtió rápidamente en la capital de la región de Petexbatún, durante el Periodo Clásico Temprano (250-600 d.C.).
Coincidentemente, en esta época fue cuando los mayas alcanzaron su punto de más amplio desarrollo artístico, científico, comercial y político, documenta Revista UNAM. De la misma manera, la población del Imperio se volvió mucho más robusta. La bonanza del imperio también llovió sobre el Petén, y toda la región que ocuparon los mayas en la actual Guatemala.
Todo este apogeo, sin embargo, no se consiguió fácilmente: los reyes de Tamarindito tuvieron que influir a la gente para que se convirtieran en sus súbditos. Ésta es su historia.
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Reyes por decisión propia
Un estudio reciente que realizó la Universidad de Vanderbilt, en Nashville, sugiere que a los gobernantes de Tamarindito les tomó décadas construir un cuerpo de súbditos sólido. De acuerdo con una serie de jeroglíficos mayas al interior de la ciudad antigua, en el inicio de los tiempos la ciudad se sostenía con apenas unas cuantas docenas de personas.
En contraste, alrededor del mismo tiempo, la ciudad mesoamericana de Teotihuacan contaba con más de 75 mil habitantes. Los registros del Estado de México, al centro del país, sugieren que incluso alcanzó los 200 mil. Por ello, Tamarindito necesitaba de una población más nutrida para consolidar su poderío.
A los antiguos gobernantes de las ciudad les quedaba claro que necesitaban rodearse de un halo de grandeza. Por esta razón, se denominaron a sí mismos como los «señores divinos», según quedó registrado en el Pergamino Foliado.
Aunque ya tenían una narrativa que les confería poder sobre las demás personas, explican los investigadores a cargo del estudio, se tardaron mucho tiempo en encontrar súbditos. Fue un trabajo de varios años, escriben para Science News, que les costó más de un siglo de convencimiento.
Relatos de grandeza y otras historias que inventaron los reyes de Tamarindito
Aún así, los reyes de Tamarindito siguieron escribiendo sus historias de grandeza y poderío —que todavía no alcanzaban. Todas ellas quedaron registradas en estelas mayas, que se han encontrado cerca de Petén. El arte real de los gobernantes narraba sus múltiples hazañas militares, así como el ‘poder absoluto’ que tenían sobre otros pueblos. Muchos de estos relatos no tienen sustento hasta el momento.
Mientras que otras ciudades-estado mayas sí conseguían logros científicos, políticos y militares, los gobernantes de Tamarindito se dedicaron a trenzar historias de éxitos que todavía no tenían. Con el tiempo, sin embargo, lo consiguieron: la ciudad se convirtió en un referente de comercio y arte hacia el año 800 d.C.
Aún así, detalla el arqueólogo y epigrafista Markus Eberl, incluso durante su apogeo, Tamarindito apenas tuvo unos cuantos miles de pobladores. La ciudad sí tuvo una impresionante plaza colmada de templos y pirámides, para emular el poderío de la dinastía recientemente creada. Por ello, a los científicos no les cuadra que la cuidad haya sido tan grande.
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