Al mirar los almendros en flor que pintó Vincent Van Gogh, es inevitable pensar en Japón. ¿Será que el artista neerlandés visitó el país del Sol Naciente?
A pesar de que Vincent van Gogh es uno de los artistas más mediatizados en el contexto contemporáneo, poco se conoce realmente del profundo conocimiento que el artista tenía de la estética japonesa. Sin embargo, no se dice mucho realmente de la marcada influencia que tuvo la estética oriental en su propuesta artística: la obra de van Gogh exhala suavemente tintes sutiles de Japón, que esconde detrás de una máscara trágica de una vida desafortunada.
Fue en una de sus etapas más oscuras que floreció su vena japonesa. Después de una época dura en París, decidió dejar la capital atrás para encontrarse con aires más nuevos, más limpios. Es por esto que se mudó a Arlés, al sur de la provincia francesa: un pueblo más pequeño en medio del campo, en donde —él suponía— podría encontrar un espacio creativo más fértil para desarrollarse más libremente.
Varias de las cartas que escribió a su hermano durante su periodo en Arlés revelan que, en estos años, el artista desarrolló una obsesión sutil con los grabados nipones. Especialmente con el trazo, con las tonalidades, con las impresiones etéreas que los orientales tenían del paisaje.
‘Sunflowers’ wasn’t the first time Van Gogh made an almost completely yellow painting. In this still life, he experimented with different shades of one colour. Van Gogh even painted the frame yellow. 💛
🌻 Vincent van Gogh, Quinces, Lemons, Pears and Grapes (1887) pic.twitter.com/e8ve8qWeY5
— Van Gogh Museum (@vangoghmuseum) February 11, 2023
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Tristemente, Van Gogh no visitó Japón
Este entusiasmo resulta casi natural, dada la línea estética que el artista holandés siguió a lo largo de su producción artística: siempre dirigida hacia el campo, siempre tendiente a buscar otros dobleces desconocidos del color. Sin embargo, es interesante que Van Gogh haya encontrado esta motivación en el ambiente rural de Francia, al que siempre relacionó extrañamente con el paisaje japonés.
A pesar de que nunca conoció Japón, Van Gogh encontraba una concomitancia importante entre el campo francés y el oriental. Quizá, en con la simpleza de las representaciones orientales de la nieve, del silencio, de la suavidad del sol. Sin embargo, también se aprecia en varias de sus naturalezas muertas, así como en el aislamiento de objetos en un único plano, y en la carencia de horizonte que algunas de sus pinturas muestran.
El misterio que Japón representó para Van Gogh se ve reflejado recurrentemente en los ejes temáticos en los que su obra se cimienta. El acento meditativo de la estética oriental con respecto al exterior fascinó al artista holandés, más aún por esa actitud reflexiva que se aprecia en la representación del entorno, que para los impresionistas era fundamental.
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¿Dónde quedaron los almendros de Van Gogh?
No es de sorprenderse, entonces, que el museo dedicado a él en Ámsterdam conserve varias de las láminas y grabados japoneses que coleccionó a lo largo de su vida. La influencia oriental que el artista absorbió de la estética japonesa puede apreciarse, incluso, en sus cuadernos de dibujo, en los que copió geishas con sus vestimentas tradicionales, pero también, abanicos y otras herramientas de uso cotidiano en Japón.
Si bien es cierto que Van Gogh llegó tarde a la búsqueda de Japón —puesto que a finales del siglo XIX el país abrió sus puertas al mundo, después de un hermetismo milenario—, llama la atención que el artista haya idealizado el territorio nipón sin haberlo visitado nunca. Sin embargo, las paredes de su estudio estaban tapizadas de imágenes traídas del otro lado del mundo, no perturbadas aún por el desorden occidental.
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