Cuenta la leyenda que hace 2,773 años se fundó Roma, la ciudad que se convertiría en el centro del mundo, hacia la que todos los caminos llevaban. Para festejar a la ciudad eterna, te invitamos a que conozcas sus rincones más secretos y encantadores.
Texto: Claudia Muzzi
En Roma hay más de 900 iglesias, así que, aunque no planearas un itinerario ex profeso, siempre habrá alguna a la que puedas meterte de manera espontánea y valdrá toda la pena. Pero, si de planear se trata, yo me iría a conocer la basílica de San Clemente.
Está cerca del Coliseo y de Santa María Mayor (que, por favor, trata de no dejar para un encuentro fortuito porque es gloriosa ), y es ejemplo viviente y observable del tiempo convertido en estratos: una primera capa con edificaciones del siglo I de nuestra era (hay, incluso, graffiti en latín que todavía se leen, así como la canalización del agua que corría hacia el Coliseo en el nivel en el que en ese entonces se encontraba la ciudad) sobre la que se encuentran una casa romana y un templo mitraico de finales del siglo II (persiste un triclinio mitraico, bajorrelieves, esculturas y la ornamentación de las bóvedas), y sobre los que se erige una basílica primitiva del siglo IV (los frescos aún se aprecian con detalle y colores, así como un sarcófago pagano) que está, a su vez, por debajo de la basílica del siglo XII, que es la que tiene el actual acceso desde la calle.
Ya que, cuenta con frescos, mosaicos dorados, teselas intrincadas, influencias bizantinas, medievales, barrocas y una sensación de que el tiempo no se queda enterrado sino que sube y baja constantemente. Una joyita.
Un arquitecto excéntrico, Gino Coppedè, realizó un experimento en 1915 en un barrio ligeramente alejado del meollo romano. No es más que algunos edificios y palacios que rodean una plaza con una fuente al centro, pero el detalle, la saturación casi barroca que combina estilos como el art déco, el gótico y el Liberty, crean un ensamble fascinante que se permite caprichos no muy frecuentes en esta ciudad.
El arco que une dos edificios (inspirado en una escenografía de Cabiria, de Fellini) y bajo el que cuelga un inesperado candelabro es la entrada a un mundo en el existen la fuente de las ranas, el edificio de la araña, el chalet de las hadas, frescos que recrean la Florencia renacentista.
Dario Argento filmó aquí escenas de su películas Inferno y L’uccello dalle piume di cristallo, y Richard Donner escenas de The Omen.
En italiano es conocido como el cementerio de los poetas porque aquí descansan Goethe, John Keats, Percy Bysshe Shelley o los italianos Carlo Emilio Gadda y Antonio Gramsci.
Además de leer los epitafios y admirar las tumbas, en especial el monumento llamado Ángel del dolor (realizado por el escultor estadounidense William Wetmore Story para su esposa y que hoy cobija la tumba en la que también se encuentran él y su hijo), en los alrededores del cementerio vive una de las múltiples colonias felinas de la ciudad (hay otra en Largo di Torre Argentina, una plaza con importantes restos arqueológicos de la época de la república).
Cuando vayas, visita también la pirámide Cestia, de estilo egipcio y que se construyó como sepulcro para el magistrado Cayo Cestio Epulón, y la Puerta San Pablo, una de las entradas del sur de la ciudad de las murallas aurelianas y de las mejor conservadas.
En este barrio que está hacia el suroeste romano –puedes visitarlo el día que vayas a conocer la basílica de San Pablo Extramuros, Cinecittà y el EUR– cobró relevancia y atención después de que un proyecto social lo rescatara e hiciera de él uno de los destinos para ver el street art romano.
El conjunto habitacional está compuesto por once edificios en cuya fachadas se exhiben los murales de 22 artistas internacionales quienes, en 2015 y mediante el proyecto Big City Life –un proyecto público de regeneración urbana–, transformaron un barrio popular en un museo abierto e involucraron a la comunidad local, las escuelas y las asociaciones de barrio.
Este enclave, también conocido como ghetto ebraico di Roma, se ubica frente a la isla Tiberina, en el corazón romano, y resguarda la cultura tradicional judía desde hace poco menos de 500 años en la capital italiana.
Echa un vistazo al Templo Mayor, o Gran Sinagoga de Roma, erigido a finales del siglo XIX, y el lugar de culto más importante para la comunidad de esta ciudad y que también alberga el Museo judío.
En los callejones mira hacia abajo, podrás ver los Stolpersteine, o adoquines para tropezar, un proyecto del artista alemán Gunter Demnig, que conmemora a los ciudadanos deportados a los campos de exterminio nazis.
Algunos ejemplos son las famosísimas alcachofas a la judía, una tortita de endivias y anchoa, y de postre el clásico pastel de ricotta e visciole, una variedad amarga de cerezas.
Cuando vayas, asegúrate de ver la Fuente de las Tortugas, una de las más icónicas de la ciudad, el teatro Marcello y el pórtico de Octavia.
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