Está Alemania… «¡y luego Baviera!». Después de un par de mass (esos tarros gigantes con un litro de cerveza), los muniqueses presumen al estado de Baviera como si fuera una nación independiente y afirman que su capital, Múnich, podría sostener económicamente el resto del país. Alardes algo exagerados, claro, pero es un hecho que la ciudad tiene costumbres únicas, además de mucho dinero, el cual se gasta en gran parte para lucirse. Esto me deslumbró como turista hace algún tiempo, pero ahora, como residente, la ciudad me ha enamorado por razones distintas.
Esta es una ciudad en Alemania llena tradiciones.
Múnich es un lugar que invita a aprovechar los espacios públicos, repletos de cultura y naturaleza, y en los que su gente te contagia las ganas de vestir un Dirndl o Lederhose (las prendas escotadas y pantaloncillos con tirantes de piel) en las fiestas de temporada. Bailar con estos trajes típicos sobre las bancas durante el Oktoberfest, la feria cervecera más grande y famosa del mundo, te hace pertenecer, formar parte de ella. Al cabo de poco tiempo comprendí que en Múnich esto no solo significa diversión, sino que representa una demostración de orgullo por las tradiciones y una manera de sentirse parte de una comunidad.
Por otro lado, más de 4 000 hectáreas de zonas verdes hacen que cada uno de los trazos urbanos tenga parques o entradas a bosques. El Englischer Garten es uno de los parques más grandes del mundo (supera a Central Park, de Nueva York, y Hyde Park, de Londres) y todos los días, sin importar el clima, está lleno de vida. Los que se atreven pueden nadar en las vertientes del río Eisbach (literalmente río helado), cuya agua llega de los Alpes al parque; otros pasan a vitorear a las docenas de surfistas que, llueva o nieve, intentan dominar una ola que se forma en una zona del río.
Recientemente, el parque celebró sus 225 años con actividades especiales en sus restaurantes, jardines cerveceros y espacios culturales.
Comer un Schweinshaxe (chamorro de cerdo horneado) servido con col morada en las mesas comunales de la Pagoda China del parque, mientras se disfruta la música tradicional en vivo, es parte de la rutina. A diferencia de la mayoría de los restaurantes de la ciudad, aquí no hace falta reservar, ya que hay lugar hasta para 7 000 personas y, sorprendentemente, nunca se siente demasiado lleno. Los domingos, debajo de la cúpula del Hofgarten, una de las entradas del parque, se improvisan bailes, ya sea jazz de los años veinte o rock and roll, regularmente participan unas 50 personas. A mí me divierte sentarme para ver desfilar los perros, tan bien portados que me pregunto si acaso son ellos los que pasean a sus dueños.
Conoce más del parque en este enlace.
En la zona universitaria de Maxvorstadt, tres pinacotecas ofrecen un acervo de arte que va del Medievo al siglo XXI, además de un cuarto dedicado a piezas de Rubens de hasta seis metros de altura y cientos de obras de grandes como Da Vinci, Goya, Renoir y Monet.
Para mí, el museo más encantador es Lenbachhaus, una mansión amarilla del siglo XIX donde se presentan obras del movimiento blaue reiter (El Jinete Azul), formado por Vasili Kandinski y el muniqués Franz Marc. Este es un recinto cultural que debes visitar si viajas a Alemania.
Ver esos óleos con formas y animales fantásticos para después disfrutar un latte macchiato con un strudel de manzana en la terraza con vista al jardín, es un pequeño placer que suelo repetir.
He dejado lo mejor para el final. El corazón de Múnich es su mercado más antiguo, Viktualienmarkt. Ubicado en el centro histórico desde hace más de 200 años, cuenta con más de 140 puestos diminutos y originales que abarcan desde salchichas y carnes frías de reno y ciervo hasta quesos y trufas de diferentes regiones, vinos orgánicos, hierbas frescas y mieles aromáticas.
Puedes sentarte en las mesas del patio interior para probar diferentes cervezas con unas rebanadas de salami de ciervo y un pretzel, o disfrutar un Weinschorle (vino blanco con agua mineral) con un platillo de almejas en la zona de mariscos. Observa a los viejitos con sombreros de antaño (alguno seguro es el abuelo de Heidi en las montañas) y a los turistas tomándose selfies en el puesto de figuras navideñas de madera. Yo diría que pasar una mañana en este mercado te hace saber lo que es ser muniqués y vivirás una Alemania más tradicional.
Datos importantes:
- La mejor época para visitar la ciudad es en septiembre y octubre para asistir a la feria cervecera de Oktoberfest y ver las coloridas hojas del otoño y los cielos azules.
- El platillo que mejor representa a Múnich es la Weißwurst, salchicha suave acompañada de un pretzel con mantequilla y mostaza dulce.
- La bebida típica es la cerveza Augustiner, producida desde 1328.
- Un buen lugar para comprar recuerdos auténticos es el Viktualienmarkt, sus tiendas típicas venden relojes cucú y delicatessen de Alemania.
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