Protestas en Ucrania allanan el camino para una invasión rusa, sostiene el gobierno en Kiev.
El último estallido del separatismo prorruso en el este de Ucrania ha suscitado de nuevo los temores de que el apetito de Moscú por la anexión territorial no se haya aplacado con Crimea.
El gobierno en Kiev no deja de reiterar esa visión de los hechos. El primer ministro en funciones, Arseni Yatseniuk, dijo el lunes que las protestas en Járkov, Donetsk y Lugansk forman parte de una operación especial para allanar el camino para otra invasión militar rusa.
Sin embargo, Moscú niega de forma vehemente esas intenciones y rechaza las acusaciones de haber realizado un despliegue masivo de tropas junto a la frontera con Ucrania. Además, los analistas señalan que Rusia no se arriesgará a un conflicto militar con Ucrania, sino que apostará por socavar lo máximo posible el gobierno prooccidental en Kiev.
Según los expertos, un avance militar en Ucrania contempla riesgos impredecibles, y no sólo porque a diferencia de Crimea, el apoyo popular a la adhesión a Rusia -o al menos a la secesión de Kiev- se considera mucho menor, ya que las provincias del este del país se han considerado ucranianas durante generaciones.
Crimea, sin embargo, fue parte de Rusia antes de que el líder soviético Nikita Jrushchov «donase» la península a Ucrania en 1954. «Crimea fue una anexión. Una invasión del este de Ucrania significaría romper un país europeo», dijo Alexei Malashenko, del centro de estudios Carnegie Moscow Center.
Otro factor que Rusia seguramente tomará en consideración es que Ucrania no luche sola, a pesar de que no es miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Incluso si la OTAN como organización no defendiese Ucrania, la ayuda militar para el país se podría moldear al margen de la organización tal como se hizo para la invasión estadounidense en Irak, en 2003. «Podría imaginarme que surge una alianza de los dispuestos», apostilló Malashenko.
Visto más a fondo, los manifestantes de las provincias ucranianas del este están lejos tanto en número como en grado de violencia de la vivida durante las protestas antigubernamentales en Kiev, que llevaron al derrocamiento del presidente Victor Yanukovich a fines de febrero.
A pesar de haber levantado barricadas de ruedas y alambre de espino en una imagen que recuerda a la capital ucraniana, las multitudes congregadas en Donetsk (donde viven más de un millón de personas) y en Járkov no superaban las 2,000 personas. Y las declaraciones soberanas de «repúblicas populares» en ambas ciudades fueron realizadas por agrupaciones espontáneas.
Por otro lado, las acusaciones de Kiev de que el Servicio de Seguridad Federal de Rusia está coordinando las protestas no se han visto respaldadas por pruebas concretas. De hecho, hay pocos indicios de la mano de Moscú, a diferencia de lo ocurrido en Crimea. Allí, los hechos se sucedieron rápidamente después de que efectivos sin identificar ocupasen lugares estratégicos de la península tras el cambio de poder en Kiev.
Malashenko también destacó que ningún diputado ruso haya viajado al este de Ucrania hasta ahora y la ausencia de un plan de anexión. Decenas de diputados se desplazaron a Crimea el mes pasado para mostrar públicamente su apoyo a la región con gran parte de población rusa.
Con todo, esta situación vuelve a colocar al presidente ruso, Vladimir Putin, en una postura delicada. «Si interviene será visto como un agresor, si no lo hace, parecerá débil», agregó Malashenko.
El dilema podría explicar la demanda el martes del ministro del Exterior ruso, Serguei Lavrov, quien pidió representantes del «este y el sur de Ucrania» en las conversaciones para solucionar la crisis política en Ucrania. El ministro de Asuntos Exteriores de Ucrania únicamente replicó que sólo representantes oficiales podían formar parte de las conversaciones.
Moscú ha insistido en varias ocasiones en su demanda de que Ucrania se convierta en un estado federado y en que se comprometa con la neutralidad, una reclamación que Kiev y Occidente han rechazado pues consideran que restringe la soberanía nacional. Unas diferencias que probablemente obstaculizarán el diálogo de cara a las elecciones presidenciales anticipadas de Ucrania, previstas para el 25 de mayo y después.