Una barcaza romana de 31 metros de largo fue sacada del Ródano, en Arlés, Francia.
Extracto de la edición de abril 2014 de la revista National Geographic en español.
Fotografías de Rémi Bénali
Durante los primeros casi 20 años nadie puso atención a lo que hacía el arqueólogo Luc Long, hasta que en el verano de 2004 descubrió una barcaza en el Río Ródano, al sur de Francia. Bautizó a la nave como Arles-Rhône 3 y no tenía idea de que algún día habría dinero suficiente para sacarla.
La barcaza que había conservado su último cargamento, mediante milagros pequeños, emergió de la basura para hacer su último viaje a un ala nueva del Museo Departamental de Antigüedades de Arles.
De aspecto infantil a sus 61 años, peinado como Beatle, Long trabaja para el departamento de Investigaciones Arqueológicas Subacuáticas y submarinas, una oficina del gobierno francés para proteger el patrimonio submarino de la nación.
En 2007, tres arqueólogos se hicieron cargo del estudio de la nave de madera que estaba enterrada bajo capas de lodo y ánforas que la guardaron durante casi 2,000 años. Long procedió con su investigación en el resto del basurero, y empezó a encontrar bloques monumentales de piedra, y estatuas, como una Venus.
"Íbamos a tientas en un laberinto", dice la arqueóloga Sabrina Marlier.
En el invierno de 2011 casi no nevó, y durante la primavera apenas llovió. La corriente del Ródano era tan suave que el equipo pudo entrar al agua en mayo y seguir su labor hasta noviembre.
Más tarde al desensamblar la proa del barco en el muelle se encontraron un denario de plata. El constructor del barco había sellado la moneda entre dos tablas: era una manera de atraer la buena suerte.
Cuando el Arles-Rhône 3 se hundió, llevaba 30 toneladas de piedras para construcción. Eran losas planas e irregulares de piedra caliza, de ocho a 15 centímetros de grosor. Provenían de una cantera en Saint Gabriel, unos 14 kilómetros al norte de Arlés. El barco apuntaba corriente arriba, lo que indicaba que estaba amarrado en el muelle cuando se hundió.
En la barcaza de 31 metros de largo se encontraron pertenencias de la tripulación: una hoz, una jarra de barro grande, un plato y una jarra gris cuyo propietario era el mismo hombre: ambos llevaban las iniciales AT.
Los arqueólogos devolvieron al lecho del río 120 toneladas de trozos de cerámica, en el agujero que dejó el barco.