La incapacidad de reaccionar adecuadamente ante una epidemia, permite la propagación del ébola.
Pese a todos los esfuerzos y medidas emprendidas, las autoridades de África occidental no consiguen controlar la epidemia de ébola en la región. Las dramáticas estadísticas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ponen de manifiesto que el número de contagios sigue aumentando, y ante esta situación, no sorprende que también se expanda el pánico.
«Cada vez que estos días se menciona la palabra ‘ébola’, a la gente le entra miedo», señala Winston Daryoue, de la metrópoli liberiana de Monrovia. «Cada vez es más frecuente escuchar que algún amigo o conocido está infectado o incluso ha muerto. Es increíble y frustrante».
El virus, con el que también se han contagiado un médico y una enfermera estadounidenses y un religioso español, atacó totalmente por sorpresa. África occidental jamás se había visto afectada por el peligroso ébola, que fue identificado a mediados de los 70 en Zaire (actual República Democrática del Congo). Hasta ahora, el virus siempre se había propagado en países muy alejados como Uganda o Sudán.
Muchos países de África occidental sufren aún las consecuencias de sangrientas guerras civiles y graves altercados políticos que minaron sus sistemas sanitarios. Pese a la ayuda internacional, puede pasar tiempo hasta que estas naciones sean capaces de reaccionar adecuadamente ante una epidemia.
Según testigos, los ciudadanos intentan protegerse utilizando guantes de plástico y desinfectantes. La demanda es tan elevada que apenas quedan existencias en las tiendas, informa el diario «Daily Observer». «Es una sensación extraña ver de pronto a la gente por la calle con guantes, pero al menos aquí en Monrovia parece que todo el mundo ha entendido lo grave que es la situación», señala Daryoue.
Sin embargo, en las áreas más apartadas, donde los vecinos confían en curanderos tradicionales, las cosas son muy distintas. «Pese a las campañas informativas, muchos siguen dudando incluso de la existencia de la enfermedad», cuenta Katherine Mueller, portavoz de la Cruz Roja en África, tras visitar durante varias semanas distintas zonas afectadas por el ébola en Sierra Leona. Por eso, entre las labores de ayuda también figura la de explicar a los curanderos en qué consiste el virus, de modo que ellos puedan transmitírselo a sus pacientes.
«Además, para los liberianos el concepto de cuarentena es algo totalmente ajeno. Lo asocian con prisión», explica por su parte Stephanie SalaMartu Duncan, de la organización Liberians Against Ebola (liberianos contra el ébola). «Y a ello se suma que hay que deshacerse inmediatamente de los cadáveres, por lo que los familiares no puedan velarlos a la manera tradicional», añade.
Con unas cifras que hasta el 6 de agosto sumaban ya más de 900 muertos y más de 1,700 casos, según el último informe de la OMS, los hospitales están saturados. Algunas clínicas están llegando a tales niveles que incluso rechazan a posibles pacientes de ébola. «Un conocido que llevaba dos días vomitando constantemente y con sangre en la orina quiso hacerse las pruebas», cuenta una vecina de Monrovia. «Pero le dijeron que el médico encargado de hacerlas no estaba. Así que le hicieron las de la malaria y el tifus y lo mandaron a casa con antibióticos», relata.
Según los medios, el hospital católico St. Joseph podría cerrar totalmente sus puertas después de que se contagiaran con el virus otros dos empleados. Cada vez más personal médico se está viendo afectado. Según informaba recientemente el diario «Front Page Africa», sólo en Liberia hay 47 médicos y enfermeros infectados con el virus. Y otros 28 ya han muerto.
Aunque Guinea, Liberia y Sierra Leona están haciendo todo lo posible para contener su expansión, hasta ahora no han tenido demasiado éxito. Aunque en los últimos dos países incluso se decretara el Estado de emergencia y se aprobaran nuevos paquetes de medidas, la cifra de nuevos contagios parece imparable. Y el ébola también ha llegado ya a Nigeria, donde hay ocho casos confirmados y dos fallecidos.
Para los cooperantes y empleados de organizaciones de ayuda, el trabajo es especialmente duro. Por un lado, los acompaña permanentemente el miedo a contagiarse y, por otro, deben enfrentarse a situaciones difíciles. Así, Katherine Mueller por ejemplo contó que en Kailahum (Sierra Leona) estuvo en cuatro entierros en un mismo día. Y los fallecidos tenían entre 11 y 21 años.
«Los enterraron en un nuevo cementerio para víctimas del ébola, sin familiares, amigos ni sacerdotes», relata. «Un equipo de voluntarios vestidos con trajes protectores como si salieran de una película de ciencia ficción se encargó de depositarlos en la que será su última morada».
Imagen: Centers for Disease Control and Prevention.