Todo inició con un freno a la destrucción del bosque tropical amazónico.
Fotografía: John Stanmeyer
La victoria de Brasil al reducir la destrucción del bosque tropical amazónico ha dado lugar a enormes disminuciones en las emisiones de carbono, y demuestra que es posible promover con celo la sustentabilidad y el crecimiento económico, sugiere un nuevo estudio divulgado recientemente.
Un segundo estudio, también publicado recientemente, pone de relieve el éxito de ese país y muestra que la deforestación ha decrecido además en otros países tropicales.
Desde 2004, agricultores y ganaderos de Brasil han protegido contra la tala de árboles más de 86,000 kilómetros cuadrados de bosque tropical, equivalente a 143 millones de campos de futbol, reporta un equipo de científicos y economistas de EU y América del Sur en Science. Mientras tanto, la producción de carne de vaca y soya en la región amazónica de Brasil se elevó.
El país ha reducido la deforestación en 70% y ha impedido la entrada a la atmósfera de 3,200 millones de toneladas de dióxido de carbono, toda vez que los bosques usan carbón mientras crecen y lo liberan en cuanto son destruidos, a menudo a través de la quema. Eso ha convertido a Brasil en el principal reductor de emisones de gases de efecto invernadero en el mundo; con una disminución más de tres veces mayor que la que resultaría de retirar de circulación todos los automóviles en EU durante un año.
«A Brasil se le ha reconocido su liderazgo en el futbol, pero también tiene un papel destacado por sus acciones para mitigar el cambio global», dijo en un comunicado el autor principal del estudio, Daniel Nepstad, del instituto de Innovación de la Tierra en San Francisco.
Los logros de Brasil en la protección de alrededor de 80% de la selva amazónica original sirven como modelo para otros países, y presentan una ruta completamente diferente para las áreas forestales a través de los últimos siglos, afirma Toby McGrath, experimentado científico del instituto y uno de los coautores del estudio.
«Por primera vez en la historia, estamos frenando el proceso de pérdida de bosques antes de que se agoten en serio, y continuando al mismo tiempo con el desarrollo de las economías que aún tienen una importante área boscosa», destaca McGrath.
Globalmente, la deforestación es responsable de cerca de 10% de todas las emisiones ambientales, según un estudio publicado recientemente por la Unión de Científicos Preocupados. Ello representa 17% menos en comparación con las emisiones que se producían en los años 90, gracias a la caída en las tasas de deforestación.
«Brasil es alabado principalmente por reducir la deforestación, pero el reporte señala además numerosos ejemplos de zonas forestales que han sido salvadas con éxito en ubicaciones inesperadas», apuntó en un comunicado Doug Boucher, director de la Iniciativa de Clima y Bosques Tropicales de la Unión de Científicos Preocupados.
México, El Salvador y seis países de África Central, en particular, también han conseguido tasas de deforestación decrecientes.
(El ganado es un gran negocio en el Amazonas, sin embargo los propietarios están obligados por ley a preservar el 80 por ciento del bosque).
Medida del éxito
Para el estudio publicado en Science, científicos y economistas analizaron cómo Brasil ha sido capaz de revertir décadas de altas tasas de deforestación en la región del Amazonas, a partir de 2005, cuando el entonces presidente Luis Ignacio Lula da Silva anunció el ambicioso objetivo de recortar la tasa en 80% con respecto al año anterior. Después de eso, las cosas han cambiado, gracias a una serie de factores concurrentes, dice McGrath.
Un elemento importante fue el avance de la tecnología de teledetección. Aunque Brasil primero había aprobado un código forestal que exigía a los terratenientes de la Amazonía proteger cuando menos 50% de los bosques nacionales en 1965, su ejecución fue irregular. «Los funcionarios no tenían información fehaciente acerca de dónde se estaba produciendo la deforestación, ni sobre quién ocupaba las tierras», explica McGrath.
Después de unos cuantos años, los satélites han dado a la burocracia un panorama más preciso de la selva, a menudo en tiempo real.
Otro impulso a los esfuerzos de deforestación: el código forestal se actualizó en 2012 y ahora exige a los propietarios conservar el 80% de la selva virgen de la Amazonía, y proteger las cuencas hidrográficas. Quienes han infringido las reglas han sido acreedores a más multas cada vez, e incluso a penas de cárcel en casos extremos.
Organizaciones sin fines de lucro, mientras tanto, han ayudado a difundir información sobre los infractores, y han construido mecanismos de apoyo para hacer cumplir la ley.
Campañas de Greenpeace, Conservación Internacional y otros organismos ejercen presión sobre las empresas que compran productos de la Amazonía, en especial la carne de soya, avergonzando a quienes han sido contribuido a la deforestación. Los acuerdos mercantiles firmados por las compañías han ido más allá, al prohibir prácticas que conducen a la deforestación.
«En Brasil ha habido una creciente conciencia del valor de la naturaleza y de lo importante que es para nuestra sociedad», subraya Fabio Scarano Rubio, vicepresidente de la División de las Américas de la organización Conservación International, con sede en Río de Janeiro.
En una enérgica propuesta de regulación, llamada «municipios críticos», el Estado brasileño también prohíbe los préstamos gubernamentales a todos los productores agrícolas de una localidad, si en ella está teniendo lugar una gran deforestación. Esta medida se ha encontrado con una resistencia progresiva, pero ha sido efectiva, asegura McGrath. «La presión interna crece para que todos entren al aro».
El gobierno de la nación sudamericana también ha creado nuevas reservas protegidas en la Amazonia, especialmente a lo largo de las zonas fronterizas donde la deforestación había comenzado. La administración de esas nuevas áreas ha detenido de modo efectivo la pérdida de árboles, sostiene McGrath.
(En la imagen principal de este artículo, se muestra cómo en el estado brasileño de Mato Grosso, la carretera 163, también conocida como la autopista de la soya, atraviesa tierras de cultivo que hace algunas décadas eran zonas forestales amazónicas.)