Una comuna que funciona en Copenhague, Dinamarca.
En 1971 se fundó la comuna Fristaden Christiania. Hoy, 43 años después, este experimento social no sólo ha sido exitoso, sino que es una de las atracciones principales de Copenhague. Se trata de un «barrio», por llamarlo de alguna forma, aunque sus residentes lo reprobarían presumiendo la autonomía de esta comunidad.
Y no están equivocados, sí están regidos por una ley especial, y por el trabajo social que hace de la vida cotidiana una experiencia única para los privilegiados que viven aquí.
La entrada principal está en la calle Prinsessegade; casi en la esquina con Baadmandsstrae verás una puerta chiquita llamada Franklin que es la división no sólo entre Christianhavn, distrito que cobija a Christiania, sino con Dinamarca. En este lugar, literalmente fuera de este mundo, lo primero que notarás es que sólo puedes entrar caminando, porque aquí no sólo no hay autos, sino que los únicos que pueden transitar en bici a lo largo y ancho de las 34 hectáreas que ocupa, son sus residentes (que apenas superan los mil y todos hacen trabajo comunitario). Lo primero que verás es Loppebygningen «edificio de pulgas», que alberga el Info Café, también es una tienda de antigüedades, la Gallopperiet que cambia cada mes de exhibición y el restaurante Spiselöppen, considerado el mejor restaurante vegetariano de la ciudad; conseguir una reservación aquí es casi tan difícil como en el glamoroso Noma. Justo enfrente está la plaza.
Pregunta por Maskinhallen, y la gente señalará un edificio de madera que solía estar en Copenhague y fue traído y reconstruido pieza por pieza en la década de los ochenta por artesanos. Justo enfrente está Genbrugsstationen, la estación de reciclado, aquí en Christiania la cotidianidad es ecológica. A unos metros verás Carl Madsens Plads, que podría decirse es el centro del barrio, alrededor hay cafecitos y vendedores, es el área turística, la gente vive más hacia dentro de este barrio que crece alrededor de un lago interno.
Lo más recomendable es perderte en las calles de Christiania para observar los grafitis y las casas.
Fotografías: Morten Andersen