Hasta el día de hoy, la capital mexicana es testigo de un sistema agrícola que se vale de los recursos lacustres para sostenerse y funcionar. Se trata de las chinampas, el principal método de cultivo utilizado por los mexicas en el Valle de México. De la mano de los paisajes chinamperos viene el ahuejote, un árbol de gran importancia para el desarrollo y construcción de estas zonas.
Los mexicas consideraban al ahuejote como un árbol sagrado, ya que la antigua creencia dictaba que éste ayudaba a mantener un equilibrio entre el cielo y el plano terrestre. Gracias a algunas excavaciones que se han hecho en el actual Centro Histórico de la Ciudad de México, se ha podido concluir que el uso del ahuejote, como elemento arquitectónico de las chinampas, llegaba hasta esta área del territorio.
Más allá de ser un factor sagrado de la cosmovisión y agricultura mexica, el ahuejote fue, desde antaño, un árbol medicinal. A éste se le veía como remedio para sanar fiebres, problemas de la piel y complicaciones del parto.
En la actualidad, el ahuejote persiste como miembro del ecosistema acanalado de la Ciudad de México. Sus usos ancestrales siguen vivos. Este antiguo habitante ha sufrido, también, los cambios históricos de este territorio. Te contamos lo que sabemos sobre él.
El nombre científico del ahuejote es Salix bonplandiana, en honor a Aimée Bonpland, el primer naturalista que describió a la especie. De acuerdo con María del Carmen Meza Aguilar, Curadora del Herbario de Plantas Ornamentales “Carlos Contreras Pagés”, la manera común de llamar a este árbol corresponde a los vocablos nahuas: atl (agua) y huexótl (sauce).
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El ahuejote es un árbol de tronco delgado, cuya altura puede alcanzar los 15 metros. La copa tiene follaje permanente, es decir, no hay alteraciones importantes por el cambio estacional. La corteza es reseca y las hojas son alargadas, llegando, incluso, a medir 15 centímetros.
La Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO) señala que el ahuejote es típico del paisaje lacustre del sureste de la Ciudad de México. Sin embargo, se le puede encontrar en otros estados del país a una altitud de 1200 a 2 mil 500 metros. Además, es preciso mencionar que dicho árbol puede ser hallado, de igual manera, en el suroeste de los Estados Unidos y en parte de Guatemala.
CONABIO dice que el ahuejote crece a orillas de canales, zanjas y arroyuelos. El clima templado es el óptimo para su crecimiento, mientras que los suelos húmedos y ácidos son los que favorecen más a su desarrollo. La polinización de esta planta ocurre gracias al viento y los insectos. Por otro lado, el ahuejote puede reproducirse por esquejes, lo que significa que si se corta una rama, y se sumerge en agua, puede crecer otro elemento.
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La característica recién descrita ha sido clave para usar al ahuejote como sostén de las chinampas. Aparte, la facilidad de crecimiento que tiene el árbol hace que éste sirva como división natural entre un punto de cultivo y otro.
Desde hace siglos, la importancia del ahuejote está vinculada con la de las chinampas. La función ecológica del árbol, dadas sus raíces y condiciones de crecimiento, es la de proteger la forma de estos centros de cultivo para evitar deslaves u otro tipo de accidentes que puedan dañar la producción agrícola.
El aspecto cultural no se queda atrás. Al ahuejote se le han atribuido propiedades curativas que, hasta el día de hoy, se toman en cuenta. Ejemplo de ello son las infusiones que se preparan, a partir de la savia, para tratar diferentes dolores. Luego, está la flexibilidad de su madera, la que sirve para la elaboración de diferentes objetos y casas.
Desgraciadamente, el ahuejote está amenazado. Las plagas son un peligro que persiste. Un gran número de ejemplares sufre a causa de estos elementos nocivos. Las principales son:
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