Rusingoryx, un mamífero de hocico abovedado, vivió en los calurosos pastizales que alguna vez cubrieron la isla Rusinga, en Kenia.
Un fósil de un extraño ñu revela que tenía un casco ahuecado que le permitía bramar como un dinosaurio.
El animal de la Edad de Hielo, llamado Rusingoryx atopocranion, vivió en la isla Rusinga de Kenia hace 75,000 a 50,000 años, cuando la región estaba tapizada de áridos pastizales. Hasta ahora, la especie solo era conocida por cráneos parciales, pero un yacimiento de fósiles ha revelado que eran más peculiares de lo que nadie imaginaba.
Excavaciones recientes en Rusinga produjeron seis cráneos de Rusingoryx, incluidos especímenes desde jóvenes hasta adultos mucho más completos que nada hallado con anterioridad. ?La primera vez que los vi, quedé boquiabierta?, confiesa la paleontóloga Haley O?Brien, de la Universidad de Ohio, y autora principal del estudio. La investigación fue apoyada por el Comité de Investigación y Exploración de la Sociedad National Geographic.
Debido a los fósiles incompletos, los paleontólogos sospecharon que Rusingoryx tuvo una trompa parecida a la del tapir. Pero los nuevos cráneos demostraron que el mamífero poseía una bóveda nasal elevada justo frente a los ojos; la cual, además, era hueca, y albergaba un conducto nasal tortuoso. (Lee: Los leones congelados desde la Edad de Hielo)
?Muy pocos animales vivos tienen un aparato nasal como ese?, dice O?Brien, pero hay algunos fósiles que lo presentan. Por fuera y por dentro, la nariz de Rusingoryx recuerda las crestas huecas de los dinosaurios ?pico de pato? Corythosaurus y Lambeosaurus, especies que vivieron hace unos 75 millones de años. ?En esencia, los dos grupos extienden la parte nasal de sus vías aéreas hasta la cresta, y usan grupos de huesos similares para formar la propia cresta?.
Otros paleontólogos se mostraron igual de sorprendidos. David Evans, paleontólogo del Museo Real de Ontario y experto en Hadrosaurus, revela que le ?impresionaron? los cráneos de Rusingoryx y que ?el parecido entre Rusingoryx y algunos dinosaurios de cresta hueca, en cuanto a la forma de las estructuras nasales, es verdaderamente sorprendente?.
Siempre que los paleontólogos descubren una estructura extraña, deben determinar si el peculiar apéndice tenía o no una función, y cuál pudo haber sido dicha función. En el caso de Rusingoryx, ?usamos un proceso de eliminación?, dice O?Brien.
La paleontóloga explica que una de las primeras ideas fue que la nariz amplificada de Rusingoryx pudo servir para calentar o enfriar el aire entrante. Todos los mamíferos tienen la capacidad de hacerlo, incluso los humanos, gracias a unas proyecciones óseas llamadas cornetes nasales, las cuales aumentan el área de superficie dentro de la nariz. Y como Rusingoryx vivió en ?una sabana más cálida y árida de la que existe en la actualidad?, agrega O?Brien, parecía posible que la nariz del mamífero hiciera las veces de un aire acondicionado mejorado. Sin embargo, la anatomía interna de la bóveda no sustentó esa conclusión.
Otra posibilidad era el combate, sobre todo porque los herbívoros ungulados, desde el bisonte hasta el borrego cimarrón, sostienen enfrentamientos regulares en los que chocan las cabezas. No obstante, esos mamíferos poseen cráneos y cuernos extra fuertes, apunta O?Brien, y tal no era el caso de Rusingoryx. ?Los huesos del cráneo de Rusingoryx eran increíblemente delgados?, dice la paleontóloga, ?así que usar esa bóveda para chocar cabezas habría sido una idea muy, pero muy peligrosa?.
?Eso dejó el sonido, cosa que se antojaba bastante descabellada hasta que analizamos el comportamiento vocal de otros artiodáctilos?, dice O?Brien. Muchos herbívoros ungulados sociales son parlanchines, y pueden modular sus conductos vocales para producir una gran variedad de gemidos y gruñidos. Esa parecía la mejor explicación para Rusingoryx; y además, la anatomía y los modelos acústicos encajaban en la hipótesis. ?Entre la anatomía, los cálculos físicos, y la conducta vocal de los artiodáctilos vivos, la producción de sonido tenía mucho sentido?, agregó.
¿Cuál era el sonido que producía Rusingoryx? A juzgar por la circunvolución nasal, dice O?Brien, ?calculamos una frecuencia de entre 250 y 750 hertzios, que no solo es muy baja, sino que se superpone a la frecuencia sónica de una vuvuzela?. Eso significa que una manada de Rusingoryx debió escucharse como un estadio lleno de fanáticos durante la Copa Mundial de Sudáfrica. Y con los tejidos blandos adicionales, Rusingoryx tal vez pudo emitir vocalizaciones aún más profundas, que el humano no habría podido escuchar. ?Es muy probable que Rusingoryx haya emitido un bramido muy grave, y es muy posible que también haya producido vocalizaciones inaudibles?.
Aunque Evans señala que semejante bóveda también pudo ser importante para despliegues visuales y el reconocimiento, concuerda en que ?el argumento de la vocalización como función primaria de la bóveda nasal de Rusingoryx es, con mucho, el más convincente?. Y esto demuestra que la evolución de cráneos extraños no solo se debió a la necesidad de combatir u ostentar.
Si bien jamás conoceremos el sonido exacto que producía Rusingoryx, pues no disponemos de los tejidos blandos del cuello, prosigue O?Brien, queda claro que fueron bestias vocales que prosperaron y murieron muy cerca de nuestra época. Al imaginar el sonido que habría producido una manada de esos mamíferos narigudos, O?Brien lo describe como una ?cacofonía del Pleistoceno?.