Los asesinos seriales que matan a la competencia

Primera vez que se observa esta conducta en un mamífero, afirma un nuevo estudio.

En las agrestes tierras del oeste estadounidense, la sangre corre a manos de los forajidos de aspecto más inocente: los perritos de la pradera de cola blanca.

Según un nuevo estudio, estos roedores sociales nativos de Colorado, Wyoming, Utah y Montana, muerden y golpean implacablemente a las ardillas terrestres de Wyoming, y luego de matarlas, abandonan los cadáveres ensangrentados para que se pudran.

A resultas de esto, las crías de los asesinos disfrutan de vidas más largas y saludables, quizás porque sus progenitores aniquilaron a quienes competían por la comida.

Es la primera vez que se observa que un mamífero herbívoro mata a sus rivales sin comérselos, lo que sugiere que una dieta vegetariana no impide que los mamíferos disfruten de los deportes sangrientos.

?Este es, posiblemente, el descubrimiento más provocador, intrigante y arrollador que he hecho en mis 43 años como investigador?, dice John Hoogland, coautor del estudio, en el Centro de Ciencias Ambientales de la Universidad de Maryland.

?Los resultados son, simplemente, pasmosos?.

Resuelven el caso

Como muchos misterios de asesinato, el estudio de Hoogland inició con un cadáver abandonado en un lugar solitario: los chaparrales del Refugio Nacional de Vida Silvestre Arapaho, en Colorado, donde Hoogland y sus estudiantes investigaron la conducta de los perritos de la pradera entre 2003 y 2012, con una dedicación rayana en el fanatismo.

?Cada año, durante cuatro meses, vivíamos como perritos de la pradera ?recuerda Hoogland, becario de National Geographic-. Llegábamos a la colonia temprano por la mañana, antes que los perritos despertaran. Nos sentábamos en torres todo el día para observar lo que hacían, y nos quedábamos allí hasta que el último perrito se metía en la madriguera, alrededor del ocaso?.

Durante la temporada de campo de 2007, Hoogland descubrió que un perrito de la pradera de cola blanca zarandeaba violentamente a un roedor joven. Al principio, sospechó que estaba matando al cachorro de otro perrito, cosa poco sorprendente: el infanticidio es común en otras especies de perritos de la pradera, aunque esa conducta jamás se había observado en los perritos de cola blanca.

Pero cuando Hoogland examinó de cerca a la víctima, se dio cuenta de que era una ardilla terrestre de Wyoming, una especie que come los mismos tipos de hierba y opuntias (cactus) que los perritos de la pradera.

?Saqué el radioteléfono de inmediato y dije a mis estudiantes, ?Escuchen, ¡tenemos que observar si hay más [matanzas]!??, dice.

Asesino Supremo

Durante los cinco años siguientes, Hoogland y sus estudiantes documentaron 101 asesinatos de ardillas terrestres, además de 62 casos sospechosos. Casi todos los incidentes ocurrieron en mayo, cuando las ardillas jóvenes salían de sus nidos y empezaban a buscar alimento.

Los investigadores identificaron a 47 perritos asesinos; tanto machos como hembras, y siempre adultos.

Un perrito de la pradera, apodado Asesino Supremo, mató a nueve ardillas terrestres en una orgía sangrienta de cuatro años. Otro masacró a siete ardillas terrestres jóvenes en un solo día.

Sin embargo, al comparar la tasa de supervivencia de las crías de los asesinos y los no asesinos, emergió una explicación para los crímenes: las crías de los asesinos tenían más probabilidades de supervivencia que los cachorros de los no asesinos, probablemente porque tenían más comida.

Y aún más sorprendente, la afición sanguinaria del perrito de la pradera fue el único factor para predecir el éxito de las crías.

?El estado de la hembra, su longevidad ?los factores que normalmente influyen [en el éxito]-, nada de eso aplicaba en este caso?, dice el coautor del estudio, Charles Brown, de la Universidad de Tulsa.

?Me parece que hay beneficios muy, muy grandes en la matanza de las ardillas terrestres?.

Muerte poco apetitosa

El estudio, publicado en Proceedings of the Royal Society B, da un giro demencial a la comprensión científica de la competencia interespecífica; es decir, la lucha ente distintas especies por recursos compartidos, como la comida.

No es inusual que dicha competencia provoque agresión, o incluso la muerte: algunos animales se comen a competidores que están en el mismo nivel de la cadena alimenticia. Hasta los mamíferos herbívoros, como las ratas, atacan a otras presas de manera oportunista, llegando a devorar huevos de aves, a las propias aves, e incluso a otras ratas, dice John Orrock, de la Universidad de Madison-Wisconsin.

Sin embargo, lo revelador en este caso es que los perritos de la pradera de cola blanca no se comieron a sus víctimas.

Hoogland señala que, a veces, roían el pecho o mordisqueaban los sesos de las ardillas, pero solo para asegurarse de que estuvieran bien muertas. Mas luego abandonaban los cadáveres, los cuales eran consumidos por las aves locales.

?Están matando por el simple hecho de matar; no matan para obtener un beneficio nutricional?, apunta Orrock, quien no participó en el estudio.

¿Motivos siniestros?

Pese a que los científicos pillaron a los perritos de la pradera con las manos ensangrentadas, no han podido esclarecer completamente sus motivaciones.

Todas las pruebas demuestran que las crías de los perritos asesinos viven más tiempo cuando matan ardillas terrestres.

Pero hacen falta nuevas investigadores para eliminar una posibilidad más remota: los autores del estudio proponen que los perritos de la pradera asesinos viven, casualmente, en áreas con vegetación más rica, las cuales atraen más ardillas terrestres y precipitan más conflictos por alimento.

Como sea, los resultados sugieren que, para los herbívoros de todo tipo ?incluidos los perritos de la pradera de cola blanca y las ardillas terrestres-, la competencia no solo traerá dificultades. Muchos perderán la vida.