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Encuentro con el mamífero marino más raro del mundo

Una sorpresa en el Mar de Cortés mexicano.

Los científicos temían haber emprendido una lúgubre misión. El equipo de biólogos que exploraba el Mar de Cortés mexicano en busca del mamífero marino en mayor riesgo de extinción en todo el mundo?una pequeña marsopa llamada vaquita marina-, temía que fuera demasiado tarde.

El año pasado apenas quedaban 97 vaquitas; y dada la actividad de los cazadores furtivos y los pescadores, quienes las capturan accidentalmente en sus redes, los científicos sospechaban que la carrera del esquivo cetáceo hacia la extinción podía haberse acelerado.

Sin embargo, hace unos días, mientras surcaba las cristalinas aguas en un barco de investigación frente a la costa de Baja California, el equipo estadounidense-mexicano integrado por los principales expertos mundiales en la especie, detectó primero una vaquita y después otra, usando binoculares. A los pocos días, varios de los tímidos mamíferos fueron avistados nuevamente. No les quedó duda.

?Fue increíble; todos saltaban de gusto?, dijo Barbara Taylor, bióloga marina de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica y científica principal estadounidense, durante una entrevista telefónica satelital desde el barco. ?Hace una década, esto habría sido rutina. Pero en este viaje, ha sido un tremendo alivio. Una enorme alegría?.

Especial: El Futuro de la Exploración

Lorenzo Rojas Bracho, el científico principal mexicano, comenta: ?Fue maravilloso ver que los animales seguían aquí. Aún se encuentran en graves problemas, pero esto nos da esperanzas?.

?Ha sido muy frustrante?

Las vaquitas solo ocupan la sección norte del mar interior de la Península de Baja California, lo que representa el territorio más reducido de cualquier cetáceo marino. Los animales pesan desde 30 kilogramos ?poco más que un niño- hasta 55 kilogramos, y miden apenas entre 1.2 y 1.5 metros. Los cetáceos más pequeños del mundo se caracterizan por sus hocicos inusitadamente cortos y las llamativas manchas oscuras alrededor de sus ojos y labios.

Los científicos solo han sabido de la existencia de las vaquitas desde 1958, cuando hallaron tres cráneos pequeños en una playa. Aun así, se las veía tan rara vez que muchas personas de México y los alrededores se negaban a creer que fueran más que un mito.

A principios de la década de 1970, resultó evidente que la población de estas marsopas estaba menguando. Morían ahogadas en redes mientras la industria pesquera capturaba totoaba, pez en peligro crítico cuya vejiga natatoria se consideraba una exquisitez en Asia. La pesca de totoaba fue prohibida a mediados de los años setenta, pero para la década de 1990, las vaquitas siguieron desapareciendo en redes para camarones y otras variedades de peces.

A mediados de la primera década del nuevo mileno, el gobierno mexicano creó un refugio para vaquitas. Gastó millones de dólares comprando los avíos de pescadores que usaban redes agalleras e instándolos a adoptar equipos menos dañinos. No obstante, la pesca continuó y la cifra de marsopas se desplomó. ?Ha sido muy frustrante?, dice Rojas Bracho. ?Primero había menos de 600; para el siguiente estudio, quedaban 205. Y la cuenta sigue bajando?.

Y entonces, justo cuando la situación parecía crítica, surgió una nueva crisis.

Tratan de evitar la extinción

En 2010, a la vez que crecía la riqueza de China, el mercado de vejigas natatorias de totoaba repuntó con fuerza. De pronto, los órganos secos podían costar decenas de miles de dólares en el mercado negro y los carteles de drogas mexicanos entraron en acción.

En la década de 1970, los precios de totoaba eran bajos, mas el nuevo y exorbitante mercado ?cambió la jugada por completo?, apunta Taylor, quien se enteró de que las vejigas de totoaba eran tan cotizadas, que los consumidores chinos las compraban y almacenaban en cajas de seguridad como si fueran metales preciosos. ?Eran más estables que el oro?, afirma.

El gobierno mexicano ayudó a los científicos a desarrollar un sistema de monitoreo acústico para rastrear a las vaquitas. Fue así como los investigadores descubrieron que la población se había desplomado casi 42 por ciento, nada más entre 2013 y 2014. ?Eso fue perturbador?, dice Taylor.

A principios de este año, en un último esfuerzo para evitar la extinción, el gobierno mexicano tomó la inusitada medida de instituir una prohibición de emergencia de dos años para el uso de redes agalleras, la primera en su tipo en cualquier parte del mundo, asegura Taylor. En estudios previos, realizados en 1997 y 2008, ?vimos cientos de barcos y como 700 kilómetros de redes en el agua?, agrega. ?Esta vez, no encontramos nada?. Y la Armada mexicana tuvo logros importantes arrestando cazadores furtivos.

Rojas Bracho espera que el hecho de haber avistado vaquitas convenza al gobierno mexicano de hacer permanente la prohibición de redes agalleras. Durante un recorrido, la semana pasada, prominentes funcionarios mexicanos vieron a los cetáceos por primera vez y los científicos afirman que ese encuentro directo con las tímidas criaturas les dejó una honda impresión.

Por su parte, Taylor está agradecida de que las vaquitas tengan, al menos, una oportunidad, pues ha visto las consecuencias de actuar demasiado tarde. Taylor y otros dos miembros del crucero de investigación en México fueron parte de un estudio realizado en China, en 2006, durante el cual esperaban rescatar a los últimos delfines del río Yangtzé, en peligro crítico y ponerlos en cautiverio para mantener viva la especie. Cuando finalmente llegaron, los últimos delfines habían desaparecido.

?Fue una experiencia increíblemente deprimente?, recuerda Taylor. ?Era una especie que habitó el planeta durante 20 o 30 millones de años y desapareció, así nada más. Regresamos decididos a no perder de vista el objetivo. No íbamos a permitir que pasara otra vez?.

Aunque solo quedan unas pocas docenas de vaquitas, Taylor y Rojas Bracho consideran que aún es posible recuperar la especie. Como prueba citan a la vecina Isla de Guadalupe, donde el lobo fino de Guadalupe fue recuperado del borde de la extinción y ahora su población asciende a decenas de miles de individuos. Con todo, la pequeña marsopa aún tiene que recorrer un largo camino hacia la recuperación.

?Es muy pronto para saber qué sucede?, dice Taylor. ?Pero el hábitat es saludable. Ahora mismo, puedo mirar por la portilla y ver este hermoso mar con abundancia de peces, rodeado de un inhóspito desierto?.

?Sería un crimen perder a esta especie?, agrega. ?Nada impide que estos animales se recuperen, si tan solo dejamos de matarlos?.

National Geographic

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