En el Pacífico Sur, un programa de dos millones de dólares para erradicar roedores resultó todo un fracaso, y los científicos creen saber por qué.
En el Pacífico Sur, un programa de dos millones de dólares para erradicar roedores resultó todo un fracaso, y los científicos creen saber por qué.
Parecía que las ratas no se salvarían. Luego de años de planificación meticulosa, en 2011 los helicópteros volaron sobre un atolón del Pacífico Sur y dispersaron 80 toneladas de apetitosos gránulos de cereal, cada uno cargado con una dosis letal de raticida.
Al principio, pareció que los dos millones de dólares del proyecto para erradicar a las ratas de la Isla Henderson no fueron en vano. Los roedores invasivos que habían estado comiendo crías de aves y tortugas marinas menguaron drásticamente, y a pocas semanas de esparcir los cebos, la población insular de roedores cayó a solo 60 u 80 individuos.
Pero ahora, el atolón vuelve a estar invadido de ratas. En cuestión de unos cuantos años, las supervivientes se multiplicaron a 50,000 y luego a 100,000, la misma cifra que antes del envenenamiento.
Es un cálculo elemental, dice Michael Brooke, de la Universidad de Cambridge. Una rata hembra pare media docena de crías cada pocos meses, y las crías hembras maduran en dos o tres meses.
?Haz las sumas, y no tendrás problemas para volver a la cantidad completa en el tiempo que estamos hablando ?dice-. Con este tipo de proyectos pasan dos cosas. Puedes tener éxito y organizas una fiesta, o fracasas?.
Brooke es coautor de un nuevo estudio que explica por qué el programa de erradicación tuvo problemas. El estudio fue publicado en la edición de esta semana de la revista Royal Society Open Science.
Los resultados ponen de relieve la dificultad de erradicar roedores en islas tropicales y subtropicales, pero también descartan ciertas causas para el fracaso y precisan la cifra de supervivientes, informa Brad Keitt, de Island Conservation, grupo no lucrativo de California.
?Estuvieron a punto de lograrlo ?asegura-. Solo sobrevivió un puñado de animales?.
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Filetes de pollo
Aquel puñado se convirtió en una tragedia para Henderson, un promontorio de piedra caliza a más de 5,000 kilómetros del continente más cercano. Sin residentes humanos permanentes, es una de las últimas islas casi vírgenes de su tipo, y está repleta de aves y plantas que no existen en otro lugar del mundo.
Por desgracia, Henderson también está plagada de ratas del Pacífico (Rattus exulans), importadas hace unos 800 años por marineros polinesios. Son tan abundantes, que los investigadores que visitan la isla deben guardar sus alimentos en recipientes de plástico o toneles de metal. ?Si eres tan tonto para dejar una barra de chocolate en tu tienda de campaña, con la cremallera cerrada?, las ratas roerán la tela, advierte Brooke.
Lo más horripilante es que las ratas se dan atracones con crías de fardela de Henderson (Pterodroma atrata), especie a la cual está llevando a la extinción. De igual manera, engullen las crías de otros petreles que anidan en la isla, acabando hasta con 95 por ciento de las crías a menos de una semana de haber empollado.
Es por eso que la Real Sociedad para la Protección de las Aves y el Gobierno de las Islas Pitcairn, que supervisa a la isla Henderson, decidieron montar el esfuerzo masivo de erradicación de ratas. La dispersión aérea de los cebos envenenados ?fue una operación de libro de texto ?recuerda Nick Torr, consultor neozelandés, y gerente de operaciones del esfuerzo-. Estábamos seguros de que funcionaría?.
Transcurridos siete meses, Mike Fay, explorador de National Geographic, fue a contar las aves de la isla Henderson y vio ?una rata que saltaba de una rama a otra?, escribió Fay en su blog. Una expedición de emergencia a Henderson confirmó el avistamiento. ?Me sentí desconsolado?, confiesa Torr.
Brooke y sus colegas realizaron pruebas genéticas que demostraron que las nuevas ratas de Henderson son nativas, y no inmigrantes, lo que confirma que la isla no fue recolonizada desde otro lugar. Además, cuando los investigadores dieron gránulos envenenados a las ratas de Henderson, después de la erradicación, los animales murieron, lo cual sugiere que el proyecto no fracasó por resistencia al veneno.
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Bufet para las ratas
Por el contrario, la culpa pudo ser de una lluvia inesperada en Henderson justo antes de dispersar el veneno. La isla se transformó en un paraíso de frutas y flores, y las ratas pudieron darse el lujo de rechazar los cebos.
En comparación, las erradicaciones en islas templadas son bastante simples, dice Keitt. Las islas templadas tienen estaciones regulares, de modo que es fácil programar las campañas anti-roedores cuando las alacenas de los animales se encuentran vacías y están más hambrientos.
Debido al clima errático de las islas tropicales y subtropicales, una solución posible es desarrollar ?cebos de trufa de chocolate? algo que las ratas encuentren completamente irresistible, y lo prefieran a cualquier comida natural?, propone Brooke.
La Real Sociedad espera regresar a Henderson para terminar el trabajo, pero antes, los gestores de la isla quieren determinar cuál es el mejor momento para una segunda expedición, informa Clare Stringer, integrante de la Sociedad, en un correo electrónico. Confía en que la nueva investigación aliente a todos los equipos de erradicación a almacenar el material genético obtenido antes y después del envenenamiento, para que este tipo de trabajo detectivesco pueda continuar.
Un aspecto crucial es que, pese al repunte de las poblaciones de ratas, las aves de Henderson pudieron recuperarse durante el breve y maravilloso periodo en que la isla estuvo casi libre de roedores.
Si lograran erradicar completamente a las ratas, ?podríamos hablar de cien veces la abundancia de aves marinas que tenemos hoy ?afirma Brooke-. Eso sería una ganancia enorme para la conservación?.
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