Es un país de jade. Alberga cuatro parques nacionales con las mayores cumbres, los glaciares más grandes y los bosques más altos de Nueva Zelanda.
Extracto de la edición de marzo de la revista National Geographic en español.
Fotografías de Michael Melford
Jeff Mahuika se agacha de repente. Entre los miles de guijarros de río a nuestros pies ha visto algo que mis ojos ignoraron. Sus dedos sujetan el borde de una piedra y suavemente la saca de entre la grava. Es un trozo largo de pounamu, piedra verde o jade; al sostenerla a contraluz, resplandece con un magnífico color verde grisáceo.
«Nuestro pueblo tiene la tradición de no conservar la primera piedra que uno encuentra -me dice-. Es tuya». Me surge una idea: Mahuika talla la piedra verde con maestría, así que le digo: «Si le haces un agujero, usaré este pounamu alrededor de mi cuello para estar unido a este lugar».
Te Wahipounamu, el lugar del jade. Desde 1990, este rincón del suroeste de Nueva Zelanda ha sido reconocido como Patrimonio de la Humanidad gracias a sus cuatro parques nacionales y por interconectar grandes extensiones de tierras de conservación. De todas las zonas vírgenes de mi país, esta es a la que regreso con mayor frecuencia para impregnarme de su espíritu.
El escultor y yo caminamos por el valle Cascade, al sur de Haast. Por encima de nuestros hombros, la cordillera Red Hills irradia un color carmesí oscuro bajo el sol del atardecer. Las mismas fuerzas tectónicas que crearon las montañas formaron esta piedra.
Vadeamos las riberas de un lado a otro, viendo sin mirar, porque los maoríes creen que el pounamu no se encuentra sino que se revela a sí mismo. Sin embargo, hay muchas piedras verdes que no son nefrita, como lo llaman los geólogos. Descubrí que soy un experto encontrando esas imitaciones.
«¿Qué tal esta, Jeff? ¿Nefrita?»
«No», me dice.
Las tierras bajas erosionadas por los glaciares al norte de la bahía de Jackson son un legado del Pleistoceno.
Cuando los maoríes eran amos y señores de esta tierra, ningún recurso se tenía en tan alta estima como el pounamu. La importancia de la piedra se debe en parte a las incontables horas que se necesitan para convertirla en herramientas o adornos, ya que el pounamu es más duro que el acero. Al tallar la piedra durante semanas o meses se le impregna la vida de su dueño. Según la tradición, al morir los maoríes, sus piezas de pounamu eran sepultadas junto con ellos para luego ser desenterradas y entregadas a un descendiente. De esa manera, el pounamu trascendía el tiempo, uniendo generaciones en un abrazo sagrado.
Tocar esos tesoros hoy -en forma de cinceles, pendientes, macanas- significa sentir el vínculo no solo con el tallador y el dueño, sino también con la ascendencia física de la piedra. En el mundo maorí, los objetos hablan de su origen: las barbas de ballena del cetáceo, la madera del árbol, el pounamu de su río y montaña de nacimiento.
El agua y el hielo erosionan la piedra verde en su lecho rocoso; los ríos la llevan hacia el mar. «La piedra siempre está en movimiento -dice Mahuika-. En nuestros relatos siempre decimos que es un pez. Emprende un viaje, al igual que nosotros».
Cruzamos el río Cascade con el agua hasta la cintura, balanceándonos para mantener el equilibrio contra el fuerte tirón de la corriente. Es primavera, cuando los alevines de puyes -peces autóctonos- llegan en caudal desde el mar a los ríos de Te Wahipounamu, dirigiéndose aguas arriba. La captura de estos peces es religiosa en la costa oeste. Desde el amanecer hasta el anochecer, los lugareños vadean en la desembocadura de los ríos con grandes redes de copo para pescarlos. Más tarde, se sofríe una mezcla de huevo y puyes en una sartén con mantequilla derretida. Medallones de puye, un manjar de dioses.
En la imagen principal de este artículo se muestran ramas de haya y hoja ancha que se inclinan sobre el lago Ada en Mildford Track, una ruta popular de senderismo.
Científicos obtuvieron la imagen de una estrella de fuera de esta galaxia. Es el acercamiento mejor logrado, en su tipo,…
La danza del antiguo Egipto se transformó a través de los imperios. Los movimientos solemnes de los rituales dieron paso…
Haciendo varias simulaciones de escenarios posibles, la NASA llegó a la respuesta más firme sobre cómo Marte obtuvo sus lunas.…
Con apoyo de una agencia especializada, te decimos por qué el mar es azul, aun cuando el agua no deja…
Delle, un delfín que vive solo en el Mar Báltico, parece hablar consigo mismo, probablemente para sentirse acompañado. Los delfines…
Aquí va una buena razón para visitar París este diciembre: Notre Dame volverá a abrir sus puertas después de cinco…