Cada verano, millones de efímeras emergen del río Ebro y convergen en el puente medieval de Tudela, en el noreste de España.
Cada verano, millones de efímeras emergen del río Ebro y convergen en el puente medieval de Tudela, en el noreste de España.
Atraídos por la luz de las lámparas que bordean el puente, los insectos invaden la zona formando una nube de alas blancas que revolotean sin cesar.
Luego de pasar hasta un año sumergidas en estado larvario, estos frágiles insectos emergen del agua para aparearse, depositar sus huevos en la superficie del río, y morir; todo en el lapso de unas pocas horas.
Muchas de las efímeras que se reúnen en el Ebro terminan depositando sus huevos en el asfalto en vez del agua, debido a que el reflejo de la luz en el suelo imita la superficie del río. Por esa razón, la mayoría de los huevos no eclosiona.
Las diminutas efímeras que sobreviven desempeñan un papel muy importante, pues su presencia informa a los científicos que el río está sano; además, los insectos voladores son sustento de gran variedad de peces, aves, y pequeños mamíferos.
Las minúsculas efímeras son ?una verdadera maravilla de la naturaleza?, dice Greg Hoover, entomólogo de la Universidad Estatal de Pensilvania.
El fotógrafo Juan Antonio Martínez capturó momentos etéreos de la ?tormenta? de 2015, los cuales fueron publicados en la edición española de la revista National Geographic.